Reflexionaba hace unos días a tenor de una conversación virtual con unos amigos sobre la importancia del lenguaje tras ver un programa de televisión en el que aparecían unos jóvenes hablando de política. Lo he compartido en mi columna del Huffington Post y ahora lo hago en este blog.
Leer una página bien escrita o escuchar una idea bien expuesta nos
causa placer. Lo habitual es lo contrario. Dedicamos mucho tiempo de la
semana a leer mensajes en el móvil, noticias y propaganda escritos de
una manera abyecta o a escuchar tertulias infames, programas de radio o
televisión indigestos o terribles vídeos de internet. Nuestras
conversaciones cotidianas versan con frecuencia de temas intrascendentes
como moda, fútbol, políticos o rumores y escándalos. Usamos un lenguaje
de andar por casa, poco cuidado, con escaso aseo y menos jabón. Sin
duda nuestro pensamiento se resiente. Las palabras y la lengua son el
armazón de mucho de lo que el cerebro genera. Basta escuchar a una
persona unos minutos para saber qué nivel de presencia y pensamiento
tiene.
El aseo y la fuente de un lenguaje
cuidado son el silencio (escucha), la lectura, la conversación cuidada y
la escritura. Basta echar unas sencillas cuentas del tiempo dedicado en
los últimos siete días a estos cuatro menesteres para darnos cuenta de
la situación en la que estamos.
Uno de los
temas preferidos de toda charla de café es lo mal que está todo. Como
respuesta cada cual aventura sus propias soluciones, habitualmente para
que las apliquen los demás. Pocas veces consideramos la posibilidad de
mejorar nuestro lenguaje y pensamiento. Sentimos una gran resistencia a
abrir las puertas de aquello que conlleve una gran responsabilidad,
esfuerzo o compromiso. Llegar a ser un homo sapiens pleno requiere de
las tres. Humanizarnos en el saber implica la responsabilidad de apostar
por nuestro crecimiento personal, el esfuerzo por mejorar la forma de
hablar y de pensar y el compromiso para usar nuestras habilidades en
beneficio de todos.
La vida humana es una
narrativa, una historia que se va viviendo y contando a la vez. Ser
capaces de contarla mejor usando las palabras y pensamientos adecuados
nos da sentido. Emborronar la página con frases y discursos que ni
nosotros mismos nos creemos nos lo quita.
Por
todo esto animo a escribir a los que llegan a mi en busca de alivio o de
consejo. No hace falta ser un Cervantes para dar un primer paso, basta
una nota con una idea o un verso. Basta un cuaderno personal, quizá un
poco de reflexión antes de escribir algo en las redes sociales, tal vez
algo de valor para contarle a alguien que nos importe lo que pensamos o
sentimos.
Si hay una revolución pendiente
seguro que pasa por aquí. No seremos capaces de dar la vuelta al mundo
si no encontramos mejores formas de pensamiento y expresión. Y lo mismo
se aplica a la vida de cada cual, si ansiamos mejorarla en profundidad
habremos de encontrar la fuente de la que manan las ideas. No les puedo
decir dónde poder hallarla, tan solo sugerirles que para abrir la puerta
usen el verbo más delicado que puedan destilar.
Dedicado al grupo Hermenéutica del Caos, con la esperanza de que sigan generando las preguntas adecuadas.
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