Páginas

jueves, 27 de octubre de 2016

La expropiación de la salud


 
 El suplicio de Prometeo. Gioacchino Assereto



Llevamos décadas viviendo en un sistema inviable dónde casi todo se hacía a crédito. El muelle no se pude estirar más y hemos empezado a experimentar la enorme fuerza del decrecimiento. Por eso la crisis sistémica que padecemos está llevando aparejada una larga serie de devaluaciones empezando por las más evidentes, las económicas. Decrecen los sueldos, los puestos de trabajo, los derechos de los trabajadores, la protección social... Decrecen las inversiones en investigación, educación y sanidad. Pero hay elementos más sutiles que también nos están escamoteando, uno de ellos es nuestra propia salud.

Durante el siglo pasado en los países desarrollados se construyeron sistemas sanitarios complejos para dar respuesta a los problemas de salud de la población. Poco a poco la ciudadanía delegó en estas grandes estructuras los cuidados de los problemas de salud. La progresiva especialización social, la atomización de las familias en pequeñas unidades, la vida urbana y la destrucción de las redes de relaciones de familia extensa, pueblo ó barrio y otros factores han depauperado las capacidades de cada ciudadano para ser independiente. En relación con la salud ante cualquier cuestión lo normalizado es acudir a un una consulta sanitaria para salir de dudas.

Pese a que un ser humano tiene capacidad para responder de forma adecuada ante multitud de problemas de salud menores y pequeñas molestias temporales cada vez hay más presión para reducir estas habilidades. Hay potentes lobies creando tanto enfermedades como servicios y productos para solucionarlas. Es un hecho que la salud se ha mercantilizado como tantas otras cosas. La ley del mercado es inexorable, todo es susceptible de comprarse y venderse, por eso a unos pocos les interesa mucho expropiar la salud de grandes colectivos. Es mucho dinero el que está en juego.

Nuestras abuelas tenían capacidad sobrada para criar a sus hijos haciendo un mínimo gasto en productos y servicios sanitarios. Ahora estamos en el otro extremo y consumir salud es algo cotidiano. Cada vez más productos alimentícios añaden la etiqueta saludable, probiótico, biológico... También aumenta la oferta de dietas, complementos dietéticos, parafarmacia, homeopatía, terapias manuales y una gran lista de medicinas alternativas más ó menos complementarias. Los psicólogos, psicoterapéutas, psiquiatras, consultores, coachs... ofrecen sus servicios en cualquier localidad, complementándose con una mayor repertorio de psicofármacos y un manual estadístico de enfermedades mentales que codifica a más personas como enfermas cada vez que se reedita.

Estando así las cosas, con más enfermedades, más enfermos, más ancianos y más problemas de salud complejos no hay sistema sanitario que resista. Tampoco sociedad. No es mantenible una sanidad que se centre en la enfermedad. Si no potenciamos y nos centramos en la salud no saldremos del atolladero. No será fácil revertir el status quo ni las tendencias medicalizadoras que han instaurado un sistema donde el hiperdiagnóstico y el hipertratamiento son cotidianos. Nunca se habían consumido tantos fármacos como hoy en día, nunca se habían hecho tantas pruebas diagnósticas. ¿Son todas necesarias? claramente no. Muchas pruebas y pastillas no sirven más que para producir problemas.

Lo más difícil de explicar es que los sistemas sanitarios en general tienen una larga lista de efectos secundarios. Todas sus propuestas tienen su pro y su contra. Los medicamentos curan pero también pueden dañar. Las pruebas diagnósticas pueden detectar enfermedades pero también fallar y no detectarlas ó confundir al detectar como enfermedad algo que no lo es. En los hospitales existen potentes máquinas y medios diagnósticos con importantes efectos nocivos potenciales y cirugías, quimioterapias y radioterapias diseñadas para mutilar y dañar parcialmente para conseguir un beneficio mayor. Entrar en un quirófano implica un riesgo alto, hoy lo hemos convertido en algo cotidiano.

Reconocer la importancia de los hábitos saludables para el mantenimiento de la salud y obrar en consecuencia es fundamental para que nuestra vida se mantenga en las mejores condiciones posibles. El sedentarismo, la alimentación descuidada e hipercalórica, la desidia en el  autocuidado psicológico, la pérdida de motivaciones personales ó de relaciones significativas terminan produciendo enfermedad. Urge recordar que el ritmo de vida en el que estamos inmersos produce daño real si no es equilibrado con grandes dosis de ejercicio físico, naturaleza, relaciones de calidad, comunicación efectiva, afectividad compartida, sexualidad congruente y cultivo de la ética, los valores y la dimensión transcendente.

Tener profesionales sanitarios a nuestro alcance sigue siendo valioso, tener un sistema sanitario ó una póliza de seguro de enfermedad también. Pero es necesario reaprender a relacionarnos con ello. Es fundamental recuperar soberanía en el ámbito de nuestra salud para no caer en espirales, dependencias y situaciones que terminen volviéndose contra nosotros. Para que esto se produzca se necesita una toma de conciencia social que probablemente insten tanto profesionales sanitarios con un alto componente ético como profesionales de la comunicación ó la divulgación científica rigurosos e independientes. A nadie le gusta que le roben la salud, algo que es evidente cuando incluso la Organización Mundial de la Salud mete la pata al transmitir una información sobre el potencial de producir cáncer de las carnes procesadas ó cuando un gobierno la lía creando alarma con el manejo de la gripe, el Ébola ó cualquier otra cuestión. Acceder a fuentes de información fiables, tomar conciencia del juego de intereses que mueve los hilos del mundo sanitario y recuperar la propia capacidad de mantenerse sano serán los retos que enfrentaremos a corto plazo. Unos conseguirán recuperar su salud otros la mantendrán expropiada.




"Desde su creación, el Sistema Nacional de Salud ha contribuido, sin saberlo, a la desaparición de los autocuidados." Dr. Selwyn Hodge


2 comentarios:

  1. Desafortunadamente, comprendo todo lo que usted comenta y lo aplaudo, mi salud fue expropiada hace 6 años (y ahora me dejan tirada!). Soy partidaria de que los gobiernos no controlen la salud, la educación y demás. No me gusta cómo está planificado el "Estado del Bienestar". Deberíamos luchar para los gobiernos aparten sus sucias manos de todo eso y sólo tengan funciones de salvaguarda de nuestra seguridad personal. Claro está, si lográramos este objetivo, los impuestos que pagarímos serían mínimos. De esta forma, con ese ahorro, podríamos elegir médicos, hospitales, centros educativos, ... acordes a nuestros deseos, no lo que nos impongan!

    ResponderEliminar
  2. Dr. Casado, sigo sus reflexiones que encuentro llenas de interés, de sentido común y de conocimientos. Gracias por compartirlas.
    Además de esto, permítame decirle que la conjunción o sólo lleva tilde cuando está entre números e, incluso en este caso, ahora se aconseja prescindir de ella.
    Un cordial saludo,
    María

    ResponderEliminar

También puede comentar en TWITTER a la atención de @DoctorCasado

Gracias.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.