Tras escuchar el concierto que el Moisés P. Sánchez quartet sobre la mítica partitura de John Coltrane A Love Supreme me detengo un momento para apuntar algunas impresiones.
Coltrane fue un fuera de serie, un músico de gran creatividad que se convirtió en una de las leyendas del jazz. La partitura de la que hablamos tiene un transfondo místico y al oírla uno no puede evitar casi levitar de la silla cuando asiste a algunas de las velocísimas evoluciones del piano, el saxo o la batería. Moisés P. Sánchez consigue una interpretación al piano virtuosa bien acompañada por Ariel Bringuez al saxo, Michel Olivera a la batería y Toño Miguel al contrabajo. Consiguieron en justicia entusiasmar a un público más de música clásica que de palos jazzísticos.
La vibrante y rápida propuesta me parece muy apropiada para los tiempos que vivimos. Hay fragmentos muy exigentes en los que el saxo emite tantas notas que el espectador teme por su vida, ¿qué pasó con su respiración? y otras que obligan al pianista a desmembrarse como aquellos dioses de la India con miríadas de brazos. La sociedad actual hace lo mismo con nosotros en muchas ocasiones. Coltrane nos lo cuenta de una forma traviesa pero lo deja claro. Necesité un largo paseo posterior para acomodar tal tormenta de notas e ideas, hacía mucho tiempo que no echaba tanto de menos un adagio pese a que Moisés P. Sánchez regaló una de sus composiciones con partes de gran delicadeza.
Al día siguiente del concierto me receté un baño de bosque para reajustar los silencios. Armónica contrapartida a la musical experiencia tal vez un poco excesiva para mi prudente gusto musical. Efectivamente la montaña cargada de agua me regaló sonidos relajantes, aire puro, paisajes generosos y mucha tranquilidad. Reconozco que prescribo más este remedio que el anterior dado el estado en que acuden a consulta mis pacientes. Mientras avanzaba por un estrecho sendero entre los pinos me crucé con una familia que descendía. El que parecía el padre se detuvo un instante y preguntó: "El doctor Casado, supongo" y se identificó como compañero dermatólogo seguidor mío en las redes sociales. No pude menos que ruborizarme al acordarme del famoso doctor Livingstone, siendo en esta ocasión el encuentro en la sierra de Guadarrama en lugar de en África central. Lo que me quedó claro es que a nadie le es posible escapar de sí mismo ya lo intente sumergiéndose en las locas armonías del jazz o en la prístísima pureza de los arroyos de montaña. Nos merece la pena aprender a llevarnos bien con uno mismo, lástima que eso no nos lo enseñen en la escuela.
Es entrañable leerte a veces! un abrazo
ResponderEliminar