foto: wikipedia
Me permito reflexionar de la mano de Elsa Punset sobre la buena vida y el consiguiente manejo de las emociones. A todos nos gustan las emociones agradables, de hecho tratamos de buscar placer en todo lo que hacemos y nos esforzamos para prolongarlo al máximo. ¿Pero qué pasa con las emociones negativas y las sensaciones displacenteras? De sobra sabemos que no nos gustan y con frecuencia nos relacionamos con ellas con violencia o displicencia. Queremos que desaparezcan lo antes posibles, no las toleramos; pagamos altos precios para quitárnoslas de encima.
Una de la bases de las adicciones es el desequilibrio en el manejo de las emociones displacenteras. Buscamos un atajo, algo que nos dé placer y nos quite el displacer, y además que lo haga rápido.
Al igual que el corazón humano no cesa de expandirse y contraerse mientras está vivo, nuestra vida emocional alterna entre emociones placenteras y displacenteras. Mejorar nuestra relación con las segundas puede ahorrarnos mucho sufrimiento a nosotros y a nuestro entorno. Por mucho que queramos negarlo es evidente que sin lodo no podría surgir ningún loto.
¿Se puede lograr con otros caminos que no usen drogas o atajos peligrosos?
Un enfoque es aplicar conciencia plena y aceptarnos a nosotros mismos, miren el vídeo.
La felicidad no es un estado estable, aceptar que no puede haber luz sin sombra es la mejor forma de mejorar nuestra comprensión.
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