Es bastante sorprendente ver lo poco leídos que son los próceres de la humanidad. En un tiempo en el que los estudiantes usan como recurso habitual la página web el rincón del vago para buscar un resumen del Lararillo de Tormes y obviar de esta forma su lectura, ¿cómo le vamos a pedir al ciudadano medio que lea a Ortega y Gasset? Pues aquí me tienen dando ejemplo. De este autor solo había leído algún artículo, reseñas de otros autores y un libro sobre su pensamiento. Bastante poco. Lo cierto es que Ortega fue un faro para la generación de nuestros abuelos y padres en los tiempos convulsos de la república y el herial intelectual de la postguerra. Porque Ortega fue sin duda un intelectual de su época y al leerle uno se da cuenta de lo necesarios que son aquellos capaces de compartir su sabiduría con los demás regalando una pedagogía a la sociedad que los acoge. Cualquiera que tenga estudios superiores sabrá que no son numerosos los profesores universitarios con el don de la buena docencia. La mayoría saben mucho pero sólo una pequeña minoría tiene la habilidad de transmitirlo en condiciones. De Ortega solo rescataré en este diminuto texto dos aproximaciones. Primero su cercanía a la cotidianidad a la hora de filosofar o reflexionar, su pensamiento no se pierde en las nubes, se mantiene cercano tanto en el foco como en el medio, en el lenguaje. En segundo lugar me permitiré compartirles una de las ideas favoritas que rescato de su basto pensamiento, el perspectivismo. Un concepto que define la situación humana de perspectivas múltiples que tiene cada cual según su posición circunstancial en el mundo, recuerden "yo soy yo y mi circunstancia". Estas perspectivas diferentes complementan la visión del paisaje que será obligatoriamente diferente si se contempla desde media ladera, el fondo del valle o desde la cumbre. Los seres humanos solemos tender a la monoperspectiva con una gran dificultad de tolerancia a todas las demás. Nuestra historia reciente con sus desastrosas consecuencias es buen ejemplo. Lamentablemente a mayor incapacidad de comprender y respetar las otras perspectivas mayor dificultad para compartir la nuestra y buscar el ansiado consenso que solo es posible cuando todas las partes se ponen a mayor distancia de su propia visión. Dirimir los disensos a tiros o bombazos sigue siendo rabiosamente habitual. Dicen los expertos que menos que antes, pero tristemente las balas son mayores. Esto también es aplicable a nuestra cotidianidad relacional, cada individuo es suma de muchas voces interiores, cada pulsión, deseo o necesidad tiene su voz en el parlamento interno. La forma que tiene nuestra conciencia de poner orden es usando los mecanismos de defensa clásicos que describió Freud, negando, reprimiendo, con formaciones reactivas y sublimando. No me extenderé. Tan solo señalar que desde la primera persona estamos acostumbrados a negarnos y reprimirnos, lo que explica que en la segunda y la tercera nos pase lo mismo. Valorar la importancia de la perspectiva en cada circunstancia personal nos puede aportar comprensión y visión. Cuando una necesidad, deseo o preocupación nos nuble la conciencia y ocupe por entero nuestros pensamientos bastará con recordar que es tan solo una perspectiva de las muchas posibles para empezar a caminar buscando otra y dejar atrás el bloqueo y el consiguiente sufrimiento. Favorecer y entrenar una mayor flexibilidad a este nivel nos permitirá modular el enfoque de nuestra visión y gozar así de una mejor profundidad de campo y un ángulo visual más amplio. La rigidez nos obliga a mantener un determinado enfoque que estrecha la realidad difuminando el resto. Es cierto que los enfoques rígidos dan más seguridad al delimitar con precisión quienes son los buenos y quienes los malos, donde está el blanco y donde el negro. Los nacionalismos o extremismos políticos, los integrismos filosóficos o religiosos son ejemplo. También lo son los efectos que suelen causar los mismos. Esta reflexión no impulsa a mantener un relativismo informe que nos relegue a una comunidad hippie o a la pastosa música de fondo de la new age. Lo que nos dará más valor es darnos cuenta de que a fin de cuentas nos relacionamos con el mundo según lo hagamos con nosotros mismos y que nuestra forma de mirarnos y tomar conciencia es lo que nos permite acercarnos y compreder a los demás. Desempolvar los clásicos siempre es una buena ayuda, es cierto que pasaron pero también lo es que seguimos teniendo la oportunidad de seguir conversando y reflexionando con ellos. Las preguntas siguen siendo las mismas para todos, son las respuestas las que nos esperan a cada cual en los recodos del camino.
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