Una de las cosas que me indica el grado de calidad de unas vacaciones es disponer de tiempo abundante de lectura. Tal vez por eso me gustó el título la novela de Agnès Martìn-Lugard que inspira esta reflexión. En primer lugar, pese a que se hable de la felicidad cada vez más, es extraño encontrarse con gente feliz. Si uno pasea por cualquier ciudad moderna, echa un vistazo dentro de un autobús o tren de cercanías o se sienta tranquilo a ver pasar la gente, lo normal es encontrar rostros adustos, algunos crispados, otros quizá en las nubes. Si pudiéramos por un momento visualizar sus pensamientos aparecerían ante nosotros mil películas. En una saldría su protagonista con el jefe, en otra con la novia, en aquella discutiendo con la familia, en esta de acá saldría el coche de sus sueños, en la del final la deseada muchacha del quinto... todos caminamos por la vida con nuestros asuntos y se los dejamos ver a muy pocos. La historia de la novela de Martin-Lugard es la historia de un duelo, de una mujer terriblemente herida y su viaje para cruzar ese desierto y mostrar su película a los demás, que como muchos saben es una de las formas más potentes de terminar sanando nuestras heridas. Es un libro de una creadora novel pero solvente, lectura ligera pero no superficial, que nos muestra paisajes humanos creíbles. Tal vez si la gente leyera más y tomara lentamente su café disfrutaría más de la vida, lo que sí es bastante verosímil es que escribir y compartir una novela con el mundo es muy liberador para el que lo hace y en casos como este placentero para el que la lee. Nos hace felices dar lo mejor que tenemos a los demás, hay pocas escusas válidas para inhibirnos. Me gustó saber que este libro fue autoeditado en Amazon en un primer momento tras ser rechazado por las editoriales que solo se interesaron por él cuando empezó a difundirse con rapidez. Habrá que ir pensando en mandar algo a Amazon además de seguir leyendo y tomando café.
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