Foto: wikipedia
Estamos acostumbrados a los mensajes de las cajetillas de tabaco, donde suele venir escrito en grandes letras: fumar mata. Tal vez habría que considerar poner otra etiqueta en los televisores, cada vez más grandes, responsables en parte del aumento del sedentarismo.
No hay una causa única, es verdad, pero lo cierto es que las sociedades occidentales llevan un ritmo de vida que se caracteriza por:
1. Sedentarismo.
2. Sobrecarga calórico-alimenticia.
3. Prisa, stress, agitación, aceleración y ruido. Llámenlo como quieran pero ya saben de lo que hablamos.
Nuestro cuerpo está diseñado para el movimiento. Y no un movimiento ocasional, un movimiento continuo y de gran exigencia. Se estima que el sedentarismo es responsable de un tercio de las muertes por enfermedad coronaria, cáncer de colon y diabetes. Como se pueden imaginar son muchas muertes. Si cada vez nos movemos menos y comemos más ya pueden imaginar como acabaremos: obesos y apoltronados en algún sofá. ¿Eso nos va a hacer más felices?
¿Conseguimos tomar conciencia de la importancia que tiene la actividad física aeróbica para nuestra salud y nuestro bienestar? Me da la impresión que no. De alguna forma todo el mundo sabe que hacer ejercicio es bueno pero no suele resultarnos sencillo aplicarnos el cuento y pasar a la acción.
¿Por qué?
Fundamentalmente por tres razones, aunque hay muchas más.
1. Por falta de recompensa.
Empezar a hacer ejercicio partiendo de una forma física nula es una inconveniencia. Las primeras semanas hay que luchar contra las agujetas, malestar, resistencia, pereza... Nos encontraremos las endorfinas a la vuelta de la 3ª-4ª semana pero eso queda muy lejos cuando se empieza.
2. Por falta de costumbre.
Somos animales de costumbres. Cuando automatizamos una conducta o un proceso minimizamos el gasto mental y físico, pero hasta llegar a un adecuado nivel de automatismo hay que invertir un extra de esfuerzo.
3. Por falta de contagio.
Las conductas se contagian, si todos nuestros amigos corren nos será más sencillo empezar a correr que si nuestro panorama familiar y social está regido por el sillón ball.
Es cierto que al final todos nos vamos a morir. Ya sea que fumemos o no, hagamos más o menos ejercicio o cuidemos la dieta o dejemos de hacerlo. Lo que sí variará es nuestra calidad de vida dependiendo de cómo nos cuidemos y de dónde pongamos nuestro disfrute. Mi posicionamiento es muy respetuoso con mis pacientes. Suelo animarles a que hagan "aquello que les guste", "aquello donde encuentren placer o beneficio". Como la actividad física tiene un escalón displacentero en su inicio trato de personalizar al máximo para que sea más llevadero. El no ser un buen deportista me ha enseñado que únicamente la motivación de la persona es la que la conducirá a moverse más. No es suficiente con saberlo, hay que darse permiso para vivirlo.
Hágase las siguientes preguntas:
1. ¿Me vendría bien algo más de actividad física en mi vida?
2. Si es así, ¿por dónde podría empezar?
En este momento la pelota está en su tejado. Ánimo.
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