Pasamos miles de horas sentados. La especie humana se ha sedentarizado. Eso nos hace perder forma, nos de-formamos física y mentalmente. Nuestros cuerpos se redondean por el exceso de peso, nuestras mentes se nublan por el exceso de ruido. Nuestra capacidad artística y creativa también se ha resentido, el nivel de consciencia mucho más.
La precisión de una paloma cuando estira todas y cada una de sus plumas nos debería enseñar que para poder volar hay que tener buena forma, si no la tienes el gato se encarga de eliminarte.
Animar a una persona a tener buena forma física no es un capricho. Hay mucho en juego tanto para ella como para el resto de la sociedad.
El primer paso es darnos cuenta.
El segundo comenzar a movernos.
No debería ser una labor exclusiva de los profesionales sanitarios. Todos podemos colaborar a mejorar nuestra sociedad y nuestra especie manteniéndonos activos.
Hace unos días hablaba con un caballero de 83 años en una montaña de Asturias. Sigue llevando su caballo y sus burras al campo, cuidando sus gallinas y abejas, caminando y trabajando todo el día. Le comentaba el penoso estado de los pacientes de su edad que tengo en consulta o en la residencia de ancianos que atiendo, llena de "inmovilizados".
No hay que esperar a ser mayor para darse cuenta de que ya no es posible moverse más. Moverse es un placer y un privilegio, tan solo necesitamos recordarlo.
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