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jueves, 13 de septiembre de 2012
Manuel Vilas y la cuarta dimensión
Tuvo que ser en Z. Todo confluyó para que el encuentro aconteciera en las mejores circunstancias posibles. Dos modos de entender el mundo, de construirlo, de contarlo, se dieron cita con la intención de entender, de tratar de entender qué significa todo esto. Ese viejo anhelo sigue todavía impregnando la vida de los hombres y los impulsa a acometer tareas hercúleas y viajes épicos. Necesitamos comprender.
Manuel Vilas es escritor. Diseña mundos, construye personajes y los echa a volar. Regala a sus lectores una visión cargada de ironía, de inteligencia, de fino humor y sensibilidad. Se regala a sí mismo, completamente, entero, sin doblez. Es quizá su mayor mérito, no esconder nada.
Salvador Casado es médico. Acompaña personas que tratan de aliviar su dolor, que perdieron la paz en su carne o en su alma, que arrastran heridas que no terminan de curar. Ofrece su conciencia y creatividad a todos los que llaman a su puerta. Su único mérito es ser agradecido, por eso se descalza a diario antes de comenzar la consulta y en silencio sonríe por poder ser canal de una luz que viene de lejos.
Ambos decidieron conocerse. No fue preciso más. No fue necesario argumentar ni buscar mas razones. Tan solo conocerse. A partir de ahora tienen una nueva respuesta para el mundo, sus ojos se han cruzado y saben cosas que antes se escondían tras un velo.
Es paradójico como los humanos nos pasamos la vida tratando de aprender, acumulando conocimiento, razones, mapas y recursos hasta que caemos en la cuenta de que no era necesario. Para caminar sobre las aguas no se precisa carga. Es en ese momento cuando comenzamos a soltar lo que la mano agarra fieramente y dejamos un rastro de poemas, de hojas deshilachadas y argumentos por cunetas y calles, por senderos y campos.
Las tres dimensiones del espacio no son capaces de explicar el esplendor. Eso lo sabía Vilas, también Casado. Se lo dijeron en el primer segundo en que su mirada se encontró. Sólo los locos, los niños y los poetas se atreven a sentir la cuarta dimensión. Entiéndanme, no es una pretensión, tan solo un intento de decir que más allá del mar hay una nueva tierra velada a nuestros ojos. Algunos de nosotros pueden verla. Algún dia todos viajaremos a ella y libaremos vino y danzaremos juntos.
No hizo falta ir a Delfos. En la ciudad de Z estaban las respuestas.
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