Probablemente sea posible inferir que un consumo excesivo de pastillas (al igual que uno muy deficitario) sea un indicador de mala calidad de salud. El sobreuso producirá problemas como efectos secundarios, interacciones entre medicamentos, reacciones alérgicas y otros muchos.
Lo principal es dilucidar si los fármacos ofrecen respuesta o solución a los problemas para los que la gente los toma. En la mayoría de los casos buscamos en ellos respuesta a síntomas puntuales. Si nos duele la cabeza tomamos un calmante. Si nos molesta el estómago tras una comida un antiácido. Olvidamos lo que decían los sabios, tiene más importancia tratar la causa que la consecuencia. Parece más sensato que si la cabeza duele por haber pasado el dia al sol sin protección nos pongamos la gorra, o si el estómago protesta por un abuso dietético tratemos de comer con más mesura. Sin embargo el verdadero problema no está en hechos puntuales como estos, sino en procesos o conductas repetitivas que terminan saturando la capacidad de adaptación del cuerpo y la mente humanos. Una situación de estrés mantenido en el ambiente laboral o familiar producirá indefectiblemente algún síntoma en el cuerpo si no ponemos remedio. Muchos dolores de cabeza, lumbares o estomacales tienen esta causa. Flaco favor haremos poniendo remedio a la punta del iceberg si no atendemos lo que está por debajo.
Esta labor implica a menudo la ayuda de un profesional de la salud. Si tenemos la suerte de acudir a alguno que tenga el suficiente tiempo para atendernos, escucharnos y explorarnos, que tenga la suficiente formación y cuya actitud sea adecuada tal vez nos pueda ayudar a desenmarañar la causa de nuestro mal y buscar el remedio más adecuado. Pero para ser realistas en muchas ocasiones no se dan todos los elementos necesarios. Nos solemos encontrar con profesionales agobiados y sobrecargados, con muchos pacientes esperando, que nos miran por encima y nos despachan en cinco minutos, no disponen de más, con una receta como respuesta.
Uno de los elementos terapéuticos más potentes es la escucha atenta, también es de los más caros. Pero me pregunto si a largo plazo no será más eficiente, no ahorrará costes económicos y humanos. Dar respuesta farmacológica a todos los problemas no es una buena práctica. Perdemos todos, profesionales sanitarios, pacientes y sociedad.
Reconducir la situación para que las familias aprendan a no medicalizar la infancia de los más pequeños ni tampoco sus vidas es una prioridad importantísima. No debería ser una cuestión de recortes impuestos sino de toma de conciencia. Para ser feliz no hacen falta pastillas.
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Publicado hoy en el Huffington Post
Foto: rosy glasses,crimson pills'
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Una simple reflexión tuitera:
ResponderEliminar"Citas médicas cada 5-7 minutos = sobrediagnóstico/subdiagnóstico, mala prescripción y aumento del gasto sanitario".
"Para ser feliz no hacen falta pastillas"
ResponderEliminarYo creo que esto lo saben o lo intuyen la mayoría de las personas. Cuando uno acude al médico no suele ser para ser más feliz. A menundo es una cuestión de supervivencia.
Está el caso que conozco de una madre que perdió su hijo de 5 meses y medio por el SMS del bebé. El dolor era tan tan grande que si no da con un buen profesional o/y un profesional con muuuuucho tiempo para atenderte... vamos, ciencia ficción, la única solución para poder vivir con ese dolor es medicarse. Tal vez sea un error, es normal la tristeza, es normal el dolor, pero hay que poder vivir con él.
Conozco también el caso de una psicóloga, que gracias que no ejerce, que opina que sólo se deprime quien puede... A veces, no es que desee que todos los médicos o personal al cuidado de nuestra salud hayan pasado un cólico nefrítico o una depresión ansiosa, pero es cierto que especialmente los males psicológicos, son de difícil comprensión por mucho que se vean en el de enfrente, si uno no los ha pasado.
Creo que tenemos poca tolerancia a la frustración y al dolor. El ambiente social nos pone al borde también. Y a veces vivimos vidas poco recompensantes o satisfactorias para nosotros mismos, soledad, aislamiento, presión... En esta situación un contratiempo aunque no sea agudo puede servir de detonante. Pero el que acude a consulta generalmente lo hace cuando ya no puede vivir con su dolor, no para ser más feliz.