Desde la ventana veo una rama con cinco peras en sazón. Hace falta un año para que este pequeño milagro se produzca. Los seres vegetales tienen sus biorritmos armoniosamente engarzados con las estaciones. Aunque no sea tan evidente, los humanos también. Por eso la naturaleza nos inspira, es un magnífico espejo en el que comprender quienes somos.
La creatividad humana florece de mil formas diversas. Cada persona posee dones característicos de los que surgen historias, músicas, pinturas… Lo cierto es que cualquier actividad humana puede realizarse con arte, desde un cocido de garbanzos al arrullo de un bebé intranquilo.
La salud y el bienestar tienen mucho que ver con esto. Mientras más “arte” seamos capaces de generar en nuestra vida cotidiana, más factible será que nos sintamos realizados y satisfechos con nosotros mismos y nuestro entorno.
Esto implica echar mano de ingredientes como el silencio, la calma, el buen humor… minimizando el indeseable ruido de fondo, prisa y agobio con que la vida moderna nos rodea.
La diferencia entre una actividad profesional o doméstica brillante y otra hecha de forma rutinaria suele ser la cantidad de conciencia que depositamos en ella y una pizca de arte. Si deseamos vivir una vida en plenitud, nos vale la pena especiarla para que podamos disfrutarla mejor y hacerla más llevadera a los demás.
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