viernes, 31 de agosto de 2018

¿Tiene solución la crisis del Sistema Sanitario Público español?





Ante la deconstrucción del Sistema Sanitario Público me anima escuchar las voces que animan a un rearme ético y todas aquellas que tratan de aportar reflexión e ideas.

Me ha gustado especialmente el artículo de la dra. Elena Aguiló Patrana que bosqueja una introducción histórica mezclada con su visión como trabajadora asistencial.

El Titanic sanitario se enfrenta a un enorme iceberg, como muchos llevamos años anunciando:

Lo que se ve:

Sobrecarga
Falta de reconocimiento
Desmoralización



Lo que no se ve:

Yatrogenia
Individualismo
Medicalización
Perdida de sentido
Consumismo sanitario
Neohospitalocentrismo y seducción tecnológica
Invención de enfermedades
Desmotivación profesional
Desconocimiento de la construcción social de la subjetividad
Inequidad
Exclusión
Descapitalización AP
Sobrediagnóstico y sobretratamiento
Fragmentación
Inmediatez

(Extraído del artículo citado)


El hecho de que la orquesta del afamado barco cumpliese con su deber hasta el final no impidió el hundimiento, aunque tal vez lo hizo más tolerable para el pasaje. Me cuestiona que no seamos capaces de mayor audacia dado que la labor de anuncio del peligro y la de sostener los despojos está claro que no han afectado un ápice al rumbo de la nave.

viernes, 24 de agosto de 2018

Confiar en nuestra debilidad





A tenor de un editorial en la revista Atención Primaria que declama las mejoras del último congreso de la sociedad científica Semfyc me surge una pregunta: a la hora de adaptarse al medio ¿es conveniente confiar en la propia fuerza o quizá sería necesario tener en cuenta nuestra debilidad?


Como médico de familia dentro de un enorme sistema sanitario siempre me he sentido una pequeña pieza. La complejidad de la estructura que me rodea, de los procesos asistenciales en los que me involucro y en la comunicación con mis pacientes hacen que nade con prudencia dentro de un mar con potentes corrientes y terribles tormentas.

En el ecosistema sanitario existen múltiples núcleos de poder en continuo conflicto. Las potentes industrias farmacéuticas y tecnológicas. Las agrupaciones profesionales, las distintas organizaciones sanitarias... Un mundo similar a la serie Juego de Tronos, donde todos quieren medrar. Dentro de ese mundo siguen existiendo congresos profesionales de gran notoriedad entre los que destacan los de oncología o cardiología por sus enormes presupuestos y los de médicos de familia por el número de profesionales que convocan.

Un servidor no se prodiga en ellos porque no le llega el presupuesto. He conocido esas manifestaciones de fuerza pero ahora prefiero frecuentar otros lugares mucho más pequeños. Pertenezco al gran grupo de profesionales sanitarios que desarrolla su labor lo mejor que puede con los medios y condiciones existentes. Un profesional sin mucho poder o fuerza que si contempla su escaso conocimiento y capacidad de ayuda no lo tiene difícil para definirse como débil.

Lo curioso es que en esa debilidad se esconde una increíble fuerza como ocurre dentro de las partículas elementales. Cuando visito a una anciana en su domicilio y la sonrío, me demoro en consulta escuchando el lamento de alguien o paro el reloj cuando un paciente empieza a llorar, es posible observar un resplandor de esa energía. De la debilidad del profesional de la salud puede surgir la confianza, apoyo, consuelo, cuidado y ánimo que otros muchos necesitan para seguir sosteniendo sus vidas.

El reto sigue estando en conseguir llevar a cabo la misión de cada cual sin sucumbir a la corriente que arrastra en sentido contrario. Unos lo harán con fuerza, otros con ingenio, aquellos con flexibilidad, estos con violencia. No suele valer de nada quedarse paralizado quejándose de la propia debilidad e impotencia frente a la gran montaña. Aun no se ha descubierto ninguna que no se pueda cruzar dando un paso detrás de otro.



Ortega Y, Casasa A. Confiamos en nuestra fuerza. Aten Primaria 2018;50:387 - DOI: 10.1016/j.aprim.2018.06.001

viernes, 17 de agosto de 2018

Silencio en el ruido





La revista internacional Folia humanística de la Fundación Letamendi-Forns es un interesante foro de reflexión sobre salud, ciencias sociales y humanidades. Sus directores, Marc Antoni Broggi i Trias y Francesc Borrell, me propusieron profundizar en el reto que supone gestionar el enorme ruido de fondo de nuestras vidas privadas y profesionales. En el último número de la revista, recién publicado, tienen a su disposición el resultado. Espero que puedan disfrutar del artículo y de la propia revista si no la conocían.




EL SILENCIO EN EL RUIDO: OPORTUNIDADES PARA LAMEDITACIÓN EN LA VIDA COTIDIANA

Resumen: Los factores que condicionan el aumento del ruido de nuestra época son: el urbanismo, la tecnología y los medios de comunicación. La sociedad del conocimiento nos provee de una sobrecarga informativa en forma de ruido de fondo que nos produce desasosiego. Para poder observar y manejar esta desazón se precisa inteligencia intrapersonal y capacidad para generar silencio de calidad. El mundo sanitario y académico son ejemplos de profesiones donde el ruido puede ser devastador. Para poder manejarlo es importante aprender a desarrollar sensibilidad y atención hacia el exterior por un lado y hacia uno mismo por otro. En las crisis vitales es donde solemos aprender a acercarnos al espacio interior de silencio. El sufrimiento personal nos obliga a buscar soluciones y para ello no hay otro remedio que terminar mirando hacia donde señalan las emociones, por muy incómodo o difícil que nos resulte. El proceso de digitalización de la comunicación ha aumentado el “ancho de banda” de información que recibimos y nos obliga a gastar mucha energía para manejarlo. Recibimos más estímulos de los necesarios, mientras que en paralelo la sociedad sufre una epidemia de soledad y aislamiento sin precedentes que afecta a niños, adultos y ancianos. Concluimos que la sobrecarga informativa produce sufrimiento. Dado que la sociedad actual produce mucho ruido es importante aprender a generar silencio y a relacionarnos con él, cuidando los espacios de silencio personal e implementando actitudes meditativas que mejoren el contacto interior y las relaciones humanas de calidad. La calibración y afinamiento personal y profesional precisan pues de espacio vacío por lo que aprender a equilibrar el ruido y el silencio en nuestra vida es un reto vital para todos.

 Palabras clave: meditación/ agotamiento profesional/ atención plena/ estrés psicológico/.





THE SILENCE IN THE NOISE: OPPORTUNITIES FOR MEDITATION IN EVERYDAY LIFE.

 The increase of noise in our era is conditioned by three factors: urbanism, technology and the media. The knowledge society provides us with an information overload in the form of background noise that causes us discomfort. To be able to observe and manage this discomfort requires intrapersonal intelligence and the ability to generate quality silence. The sanitary and teaching worlds are examples of professions where noise can be devastating. In order to be able to manage it, it is important to learn to develop sensitivity and attention to the outside on one side and to oneself on the other. It is in vital crises that we usually learn to approach the interior space of silence. Personal suffering forces us to seek solutions and for this there is no alternative but to end up looking towards where emotions point, no matter how uncomfortable or difficult it may be. The process of digitizing communication has increased the "bandwidth" of information we receive and forces us to spend more energy to manage it. We are receiving more stimuli than necessary while at the same time society is experiencing an unprecedented epidemic of loneliness and isolation affecting children, adults and the elderly.We conclude that information overload causes suffering. Given that today's society produces a lot of noise, it is important to learn how to generate silence and relate to it, taking care of the spaces of personal silence and implementing meditative attitudes that improve inner contact and quality human relations. Personal and professional calibration and tuning therefore require empty space, so learning to balance noise and silence in our lives is a vital challenge for everyone.

Keywords: meditation/ professional exhaustion/ mindfulness/ psychological stress/.





viernes, 10 de agosto de 2018

El aburrido lenguaje de los médicos






Mucho se ha escrito sobre la forma en que los médicos se comunican con sus pacientes. Los problemas que los profesionales de la salud enfrentan cada día para entender las necesidades e historias de las personas que acuden a ellos son proporcionales a los que estos tienen a la hora de entender las recomendaciones que les dan los primeros. A resultas de esto muchos encuentros clínicos se dirimen malamente y devienen en desencuentro.

La gente se queja del lenguaje técnico que usan los facultativos, de la centralización de estos en el ordenador y de lo poco que les miran o sonríen, entre otras cosas. Y, por si fuera poco, fuera de las consultas pasa lo mismo. Cuando un galeno sale por televisión suele trufar su discurso de tecnicismos y recomendaciones frías emitidas desde una óptica especializada que no suele incluir la visión del ciudadano de a pie.

¿Por qué somos tan aburridos los médicos? En parte por la elevada exigencia curricular que se nos exige, lo que obliga a estudiar miles de horas (lectura) confinándonos en bibliotecas o salas de estudio durante años en los que nuestros compañeros de edad suelen estar confraternizando o disfrutando de más ocio (hablando). Por otro lado pese a que la preparación dura de diez a doce años no se incluyen ayudas para favorecer la comunicación y la gestión de emociones, habilidades imprescindibles para todo aquel que trabaje con personas enfermas.

De esta forma aparecen de tiempo en tiempo propuestas de salud de orígenes diversos que publicitan dietas, pulseras, remedios, hierbas y una enorme lista de cuestiones que pese a no tener base científica alguna son contadas con el garbo y oropel que la mercadotecnia aporta. Sin duda las pseudoterapias y pseudociencias brillan más que la mayoría de las propuestas sanitarias habituales.

Este choque de discursos es común en consulta cuando la paciente confiesa a su doctora que usa tal dieta milagro que vio en televisión o tal hierba para dormir que le recomendó su cuñada. La facultativa no lo tendrá fácil para construir una argumentación sólida que apoye algún curso de acción prudente en un encuentro de seis minutos de media, en el que seguramente le habrán propuesto otros múltiples motivos de consulta.

Por otro lado son muchas décadas de prohibir, abroncar y castigar al personal por no seguir unos elementales hábitos de salud cuando de todos es sabido que cada cual hace lo que puede con su vida y que las prohibiciones se las salta continuamente todo el respetable a la torera.

De vez en cuando surgen profesionales que marcan otra tendencia razonando, respetando y proponiendo con solidez científica. Valientes que hacen malabares con su agenda para tratar de detenerse un poco en detalles que a otros les pasarían desapercibidos pero que son de gran valor para el paciente.  Grupos que apuestan por una comunicación de calidad y luchan día a día por mejorarla.
A ellos dedico el escrito de hoy sabiendo que son cada vez más y que gracias a su callado trabajo el discurso en salud de la sociedad está gestando nuevas semillas que quizá florezcan y den frutos sorprendentes.

Toda sociedad aspira a la salud. Para construir salud es fundamental apoyarse en buenas narrativas, contar bien las rutas a seguir, los posibles peligros del viaje y las formas de sobreponerse a los naufragios. Los profesionales de la salud debemos dar ejemplo y educar en salud, en cuidados y en la mejora de hábitos de vida. Contar las cosas de una mejor manera. Lo creo posible, además de sentirlo prioritario desde hace ya mucho tiempo.





Este artículo se publico originalmente en el Huffpost.

viernes, 3 de agosto de 2018

Sol, verano y vitamina D





En verano el sol es el protagonista. Días largos, vida en la calle y tiempos vacacionales hacen que nos relacionemos más con el astro rey. Hay gente que lo busca y se expone todo lo que puede. Otros lo rehuyen y evitan al máximo. Y así estamos viendo quemaduras solares y signos de envejecimiento prematuro de la piel por un lado y pieles blancas con déficit de vitamina D por otro.

Y es que la vitamina D está de moda. Algunos recordarán cuando pasó lo mismo con la C y había multitudes tomando pastillas y zumo de naranja. Son cosas que pasan en el mundo sanitario que también sufre este tipo de conductas colectivas. No hay evidencia de que tomar vitamina D en personas sanas sirva para nada, pese a que el análisis de sangre indique que esté baja.

Lo que sí viene bien es salir a la calle, necesitamos aire y un poquito de sol. Cada cual habrá de calcular su dosis, elegir bien las horas de paseo o exposición y usar la protección adecuada en forma de ropa, sombrero o crema solar.

Disfruten la estación y cuiden la piel.





domingo, 29 de julio de 2018

Dar la cara por la salud


El autor de este blog dando la cara.





La salud nos interesa a todos. Por eso es un tema que aparece en las conversaciones habituales, medios de comunicación y cualquier tipo de tertulia. Cada cual da su opinión sobre cualquier cuestión al respecto y aconseja los remedios y soluciones que le parece. En este batiburrillo abundan los ignorantes, los estafadores y las consabidas diatribas de cuñados, dependientas y contertulios. Siempre me ha llamado la atención de que la participación en el debate público de profesionales de la salud ha venido de la mano de expertos renombrados del ámbito hospitalario por una parte o de personajes alternativos que claramente querían vender su libro.

Hecho de menos la visión de fisioterapeutas, psicólogos, enfermeras y médicos de familia. La sociedad necesita escuchar un nuevo discurso de salud que salga de la líneas del actual que promete bienestar a raudales, anuncia parabienes infinitos y nos ciega con sus avances tecnológicos. Cuidar la salud precisa, hoy más que nunca, que cada cual se haga más caso. Comemos de más y caminamos de menos, consumimos demasiadas pantallas y descansamos demasiado poco. Nos movemos como un pequeño hamster en su rueda... y terminamos agotados.

El problema es que la gran mayoría de los profesionales sanitarios públicos no ganan gran cosa al meterse en la arena pública. No venden motos, no tienen consulta privada (generalmente) y no sacan nada de una participación en medios de comunicación. Como mucho se meten en alguna red social, pero son pocos los que participan, la mayoría observa. Cosa que entiendo porque a la mínima es común que algún descerebrado te salte a la yugular.

Llevo más de una década usando Internet para comunicarme con pacientes y producir contenidos de salud que favorezcan la toma de conciencia y la reflexión. En este tiempo he visto como han florecido cientos de blogs y páginas personales para luego marchitarse y desaparecer. He seguido con atención la participación de muchos sanitarios en redes sociales, sus idas y venidas, sus éxitos y sus defenestraciones. Lo cierto es que la blogosfera sanitaria española se ha desinflado bastante y es difícil encontrar blogs o páginas de calidad que persistan en el tiempo. No hay retorno de la inversión, o si lo hay no parece suficiente.

Sin embargo cada vez estamos más medicalizados, sobrediagnosticados y sobretratados. Toleramos menos cualquier malestar físico, psicológico o existencial. Estamos más agitados y sobreestimulados. Estamos más solos.

Muchos problemas de la vida se llevarían mejor con acompañamiento, cariño, escucha y atención. Pero esto no mueve el mercado y no parece estar de moda, seguimos yendo al médico a por pastillas. Hacen falta voces que rescaten la posibilidad que tiene cada cual de cuidarse y cuidar a los demás y lo repitan una y otra vez. Por que aunque el estruendo de la plaza del mercado es enorme, una pequeña voz puede aportar mucha luz a quien se siente al borde del naufragio.


viernes, 27 de julio de 2018

El lado oscuro de la salud





Nos han vendido que la salud es bienestar completo. Las sociedades avanzadas lo proclaman a los cuatro vientos al definirse como estados de bienestar. La paradoja es que el personal cada vez se encuentra peor y colapsa ante el más mínimo conato de malestar en cualquier esfera de la vida. Parece que está mal visto experimentar cierto tipo de emociones como tristeza, ira, asco, agobio, incertidumbre, desazón... sobre todo si duran más de 48 horas. Parece que sentirse solo, descorazonado o desesperanzado es indigno o nos obliga a buscar un tratamiento médico urgente.


Nadie nos ha explicado que la salud tiene su lado oscuro, como todo, y no es precisamente la enfermedad, que es otra cosa. Por supuesto que la salud incluye bienestar pero también una cota de sensaciones corporales desagradables, pensamientos no deseados o emociones incómodas. Incluso los que gozan de cuerpos y estados de salud vigorosos sienten de vez en cuanto algún tipo de molestia si han dormido menos de lo necesario, se han sobrecargado físicamente o han comido más de la cuenta. El dolor y el malestar son intrínsecos a la vida y por lo tanto aparecen tanto en la salud como en la enfermedad. 


Este malentendido nos está poniendo en un apuro al estar sobrecargando los servicios de salud, y aumentando las tasas de sobrediagnóstico y sobretratamiento social. Cada vez consumimos más pastillas y remedios para tapar sensaciones molestas o incomodidades inherentes a nuestros estados de salud normales.


Si te interesa este tema y quieres profundizar además de en este blog lo explico a fondo en el libro Diario de un médico descalzo. Si como sociedad y como individuos no mejoramos la comprensión y la aceptación de algo tan importante como esto nos irá mal comunitariamente y en lo personal. El manejo de crisis vitales, enfermedades y de la propia muerte requieren comprender que la vida y la salud constan de un lado luminoso y otro oscuro, de bienestar y malestar. Relacionarnos con el malestar con estrategias que no sean únicamente de evitación o huida parece un curso de acción interesante.

miércoles, 18 de julio de 2018

¿En qué grado somos los profesionales de Atención Primaria responsables de su deterioro?






Tras leer una reflexión de Rafa Cofiño sobre la arrogancia de la medicina de familia y la Atención Primaria donde con criterio se pone el dedo en algunas yagas acepto la invitación del autor para unirme a su línea de pensamiento y plantear la pregunta que da título a este texto.

Lo primero aceptar, aunque sea con dolor, que los pecados capitales que cita Rafa son totalmente ciertos. Agresividad asertiva, buenismo exacerbado, soberbia, orgullo, arrogancia y algo de ceguera, confusión y falta de referentes, guías o un mínimo liderazgo con sentido.

Y es que la reforma de la Atención Primaria que trajo los actuales centros de salud, la medicina de familia, la enfermería comunitaria y todo lo demás fue un claro avance congruente con los tiempos. Una subida de escalón. Lo que parece que ha ocurrido es que nos hemos quedado de piedra en ese rellano, dentro de una escalera sanitaria que parece derrumbarse poco a poco. ¿Por qué no se han dado más pasos? ¿Por qué no ha avanzado el modelo, la forma en que prestamos servicio y atención?

Responder estas preguntas no es sencillo, no por falta de respuestas válidas sino por ausencia total de alternativas o propuestas implementables. Como mucho hemos desarrollados modelos teóricos o elaborado sesudos informes y manuscritos dando cuenta de lo mal que está la cosa pero sin conseguir que nadie ponga un euro o acometa cambios de calado. Llevamos mucho tiempo acumulando manos de pintura sobre un casco apolillado que no deja de abrir vías de agua cada vez más terribles. Ahora lo llaman cronicidad, complejidad o envejecimiento poblacional pero son las mismas heridas del sistema por las que cada vez mana más agua.

Sergio Minué lleva años predicando en el desierto los males y pecados que sufre la medicina de familia y la Atención Primaria. Lo hace desde su blog con una gran lucidez, aportando argumentos de peso y su correspondiente defensa teórica. Su discurso también suele señalar hacia la pregunta con la que empezamos esta reflexión. Y es que alguna responsabilidad tendremos los miles de profesionales que servimos en este barco maltrecho llamado sanidad y sus correspondientes asociaciones profesionales (colegios, sociedades científicas, sindicatos, etc...).

Lo cierto es que no es fácil proponer cambios e innovación en ámbitos rígidos, sobrecargados y hiperburocratizados y desfinanciados. Después de atender una consulta de más de 40 pacientes o de alguno menos pero con mucha complejidad, no suelen quedar ganas para inventar la pólvora o comenzar una revolución. Conozco a muchos médicos de familia que sobreviven como pueden en cotidianidades que les chupan literalmente la sangre. Los pecados que se nos achacan son todos verdaderos, y la lista propuesta se queda claramente corta. Pero a los pecadores anemizados por décadas de sangrías tanto en el presupuesto como en sus carnes no les da su maltrecho cerebro para hallar el grial que les conduzca a ese edén sanitario de los que todos hablan pero que nadie ha visto (ni siquiera en el Reino Unido o los países nórdicos).

Un servidor se reconoce pecador. También del todo ignorante, mucho más sobre cualquier tema de griales santos o profanos. Ahora que me he retirado a trabajar de médico de pueblo mi ignorancia es aún mayor al empezar a darme cuenta de que la complejidad social, psicológica, biológica y existencial de los pacientes que atiendo supera en mucho mi capacidad. Hace falta tiempo y espacio para enfrentarse, atender adecuadamente y aguantar la incertidumbre que trae consigo la complejidad. Si además viene llena de dolor, sufrimiento, agobio, edad avanzada y pluripatología no les digo nada. Pero con el tiempo pasa como con el dinero: parece que no hay.

Soy consciente de que las propuestas que hemos podido haber lanzado en estos años, los caminos que han acabado en fracaso o los pocos aciertos que hayamos conseguido no serán suficientes. No hemos tenido fuerza (probablemente por nuestra legendaria desunión) las enfermeras, trabajadoras sociales, administrativos, matronas, directivos y médicos que trabajamos en Atención Primaria para que nada de calado se implemente. También me doy cuenta de que será el mercado, una vez más, el que ocupe el vacío de liderazgo y de propuestas. Y no me gusta nada el panorama.

¿Responsabilidad? Sí, asumo que soy enteramente responsable de este nuevo hundimiento, quizá el último. Pero no soy ingenuo, también lo son los cuadros directivos que durante años han minado datos en lugar de salir del despacho y atreverse a hacer cambios, los políticos que han priorizado año tras año su interés y el ciudadano medio que en general se ha mantenido al margen.






Trailer SEIS MINUTOS from Seis Minutos on Vimeo.

viernes, 13 de julio de 2018

La conciencia de vida

La conciencia de vida

Sorprende lo mucho que nuestra sociedad abomina de la muerte y lo poco que siente y celebra el estar vivo. Como los peces en el agua nadamos sin cesar nuestro tiempo de vida sin darnos cuenta del invisible líquido que nos sostiene. Y es un problema porque cuando queda de manifiesto su levedad, en una crisis vital o enfermedad, lo primero que pedimos es que nos quiten de encima la dificultad lo antes posible.

Reconocernos seres vivos es un paso pero de ahí a sentirlo hay un trayecto. Más si cabe si hablamos de mantener una conciencia a lo largo del tiempo. En determinadas ocasiones nos sentimos intensamente vivos al experimentar emociones fuertes o vivencias intensas pero no es lo habitual. Lo corriente es habitar existencias tranquilas de ritmo conocido y música monótona. Rutinas que no facilitan mucho el hecho de sentirse uno vivo.

Cuando nos miramos al espejo por la mañana ¿qué es lo que vemos? Miles de millones de seres humanos levantándose a diario y mirando su cara una y otra vez... para ver unas facciones conocidas, el pelo más o menos despeinado, alguna arruga o quizá algún rastro de la jornada previa. ¿Cuántos al mirarse se dan cuenta con gozo de que están vivos, de que están plenamente despiertos, de que se sienten bien?

Cultivar la conciencia de vida es un privilegio humano que merece la pena ejercer. Del mismo emanan valiosos regalos como el reconocimiento de que estamos habitados por una vida que comparte propiedades físico-químicas y biológicas con otros incontables seres de mayor o menor complejidad que nos rodean. El asombro de que encarnemos delicados niveles de complejidad que sostienen propiedades tan maravillosas como la creatividad o la compasión. La posibilidad de crear música, catedrales o vehículos que se deslizan por el espacio... La maravilla de ser seres autorefenciales que se hacen preguntas mientras miran el cielo estrellado.

Lo verdaderamente triste del tema es constatar el desconcierto y sufrimiento de los que no se dan cuenta de que están vivos hasta que se encuentra con un diagnóstico infausto o un pronóstico vital reducido. No es posible recuperar la conciencia de vida que no se utilizó y eso causa un profundo pesar.

En una época que venera el entretenimiento y la distracción nadie nos explica el precio de mantenernos permanentemente despistados. Un precio alto por cierto que entre otras cosas se deriva de pasar más tiempo mirando pantallas diversas que a los ojos del prójimo o a los propios. Dedicar grandes esfuerzos y espacios a cuestiones intrascendente y muy poco a ese jardín interior que Voltaire animaba a cuidar tiene pues consecuencias indeseadas.

La vida es asombrosa, qué bueno sería que todos lo experimentásemos y atreviéramos a sentir cotidianamente. Rescatar pequeños gestos como saludarnos por la mañana al mirarnos al espejo, reconocer a los demás con guiños de respeto y buena educación, agradecer los alimentos antes de consumirlos o mirar de vez en cuando nubes, estrellas, paisajes u horizontes quizá sean una de las formas más sencillas de prestar atención al hecho de estar vivos.

Y cuando llegue el fin podamos decir como Neruda: "confieso que he vivido".

viernes, 6 de julio de 2018

¿Es posible una asistencia sanitaria humanizada si los profesionales trabajan en condiciones deshumanizadas?





En los últimos años se ha empezado a utilizar la palabra humanismo en la alta gestión de la salud creándose al efecto los correspondientes cargos que incluyen hasta viceconsejerías. Es un tema que me interesa mucho y sobre el que reflexiono frecuentemente. Hoy dejo una sencilla pregunta en el aire que ha generado cierto debate en las redes sociales.












Sonreír en la adversidad





Uno de los indicadores que más valoro a la hora de acompañar a mis pacientes más mayores o complejos es la cantidad de veces que sonríen.

Es cierto que no es un indicador al uso y no está recogido en las guías de exploración clínica pero uno, que ya es perro viejo, sabe de cierto lo que vale. También es verdad que existe una gran variabilidad interpersonal entre los que las prodigan y los que a penas las esbozan. Conocer bien a mis pacientes me permite no dejarme engañar, sé de buena fuente lo que vale la sonrisa de cada paciente, en especial las de los que sufren dolor crónico, enfermedad severa o situación incapacitante.

Cuando consigo, pese a mi poca gracia y mis limitadas habilidades de comunicación, que me regalen una lo agradezco enormemente. Sobre todo porque sé que es una buena medicina tanto para el paciente como para sus cuidadores. También para mi.

Las personas que atraviesan enfermedades largas, crisis vitales o dificultad importante son un preciso testimonio para todos los que nos relacionamos con ellas. Un ejemplo que se visibiliza poco y que desgraciadamente se suele esconder de la vida pública para detrimento de los que se podrían beneficiar de esa enseñanza.

Me vienen a la memoria las sonrisas de las últimas semanas, las miradas brillantes, el contacto con el brazo o el apretón de manos de aquellos a los que atendí y conseguí animar o quizá fortalecer un instante. Las traigo aquí como homenaje con la intención de dignificarlas y ponerlas de relieve. Valen mucho más de lo que pensamos.

viernes, 29 de junio de 2018

En el rescate de líderes y guías en salud







En el ámbito de la sanidad pública en el que desempeño mis funciones desde hace mucho tiempo sufrimos una profunda crisis de liderazgo. Si bien todos los puestos de responsabilidad están bien ocupados y cada vez se diseñan más cargos directivos, paradójicamente es raro encontrarse con gestores o profesionales que lideren equipos hacia objetivos o misiones concretas que abran nuevos caminos.

Lo habitual es el protocolo, no salirse de lo establecido, evitar cambios e innovación y de paso no salir del despacho o la consulta nos vaya a pasar algo.

Esta actitud en los cuadros directivos está siendo imitada por los profesionales de a pie que siguen sus consignas. La sobrecarga asistencial y la desidia institucional hacen que los médicos de familia salgan de su consulta a implementar alguna actividad comunitaria cada vez menos, las enfermeras y trabajadores sociales lo mismo y en los hospitales todo se baraje dentro del servicio y se interaccione lo mínimo con atención primaria u otros agentes.

El problema de centrarse en el "protocolo" es que se pierde la función social de guía. Los profesionales de la salud además de sus obligaciones asistenciales han de ser agentes de educación sanitaria y de orientación en salud, funciones que cada vez se atienden menos y están siendo copadas por intereses mercantiles con un gran ánimo de lucro. Esto implica tener algún grado de presencia pública, en la comunidad donde se trabaje, en los medios de comunicación, en Internet o en redes sociales. Implica interesarse porque los contenidos de salud de calidad se extiendan y difundan. Por fomentar la reflexión y la toma de conciencia. Por potenciar los autocuidados y la autogestión de la salud y la enfermedad.

Necesitamos líderes que vayan en cabeza, que se atrevan a abrir nuevos caminos desde una actitud de servicio y búsqueda del bien común. Pero sobretodo necesitamos guías que en sus pequeños ámbitos de actuación, desde una consulta de enfermería, trabajo social, psicología, fisioterapia o medicina sean capaces de orientar y animar tanto a colegas como a pacientes.

No hacen falta grandes heroicidades, basta con publicar un blog o algún artículo en un periódico local, escribir una carta al director o hablar en la radio del barrio. Incluir algún mensaje de salud en nuestras redes sociales, ir una vez al año a algún colegio o a algún ámbito público a dar una conferencia. Tejer redes comunitarias intraprofesionales o en la zona donde se trabaje... Salir del despacho o la consulta.

Es inadmisible que muchos gestores no conozcan personalmente a sus subalternos y viceversa. Que los profesionales de hospital no se traten nada con los de atención primaria, que los de atención primaria no conozcan a los farmacéuticos comunitarios, alcaldes o miembros con algún papel social de su comunidad. También lo es el que al buscar información en Internet sea rarísimo encontrar contenidos de calidad de profesionales de la salud independientes no patrocinados.

Nuestra sociedad sigue los discursos en salud de famosos y cantamañanas sin criterio que son aupados por televisiones y medios que les dan notoriedad y visibilidad. De esta forma camina sin norte siguiendo los dictámenes de un mercado que no tiene escrúpulos a la hora de vender productos y servicios que anuncian como panacea universal para hacer caja.

Me da esperanza conocer a muchos profesionales de la salud que realizan esta función de guía de forma callada y constante. Gente buena que busca el bien de la gente con la que trabaja, el beneficio de sus comunidades, la mejora social. Profesionales que han de batallar con grandes cargas laborales y problemas institucionales diversos y que resisten la dificultad y aún le echan ganas para innovar o compartir un escrito o una charla. Es cierto que no suele haber reconocimiento dentro de las organizaciones donde trabajan ni a otros niveles, pero esto no está impidiendo que haya valientes que sigan llevando esta vieja antorcha.

Es posible. Desde esa certeza lanzo este pequeño llamamiento para que visibilicemos, agradezcamos y animemos el buen hacer de tanta gente que se deja la cara en el mundo de la salud.



lunes, 25 de junio de 2018

La mejor innovación en el mundo de la salud. 最好的創新 The best innovation in Health





最好的創新


多年來,我反映了公共衛生保健的哪些方面可以改進。這個清單非常龐大。我重新調整了這個問題的重點,重點關注了我關心的問題,並將這個問題變成了為我提供更好服務的家庭醫生。

我首先看到的第一件事就是走出辦公室。由於護理過重,我的組織迫使我花費大量時間,但這最終會損害我最脆弱的患者的家庭護理和普遍被忽視的整個社區健康問題。它還會造成專業隔離並與系統中的初級保健團隊和其他專業人員失去聯繫。為了建立專業聯繫並改善與他們和我工作的社區的溝通,這是多年來一系列的行動。

我想改善的第二件事是醫護人員和普通人群的健康教育。我通過同意參與使用傳統媒體的電視,廣播和印刷媒體節目來做到這一點。同時從我的博客和我的視頻頻道分享社交網絡上的健康內容。寫一本書是朝這個方向邁出的又一步。基於對同事和患者的良好評價,這不僅證明我的努力是正確的。當然你也可以在學校,會議,大會或其他我需要的論壇上舉辦講座或會議。

第三個要審查的問題涉及我的個人和專業維護。鑑於健康領域中超負荷和倦怠的發生率很高,因此必須每天對其進行調整,以便與學習和持續培訓重疊。許多衛生專業人員被超載的系統燒毀,不允許在人性化條件下進行護理。這種工業結構比任何獸醫用途都短得多。燒傷的醫生將提供質量差的護理。這就是為什麼每天評估諮詢的開始和結束非常重要的原因。


因此,我可以說最好的創新是以最好的方式處理事情。敢於做出小小的改變,改善溝通和聯繫。了解別人正在做什麼來獲得靈感或增加價值。最重要的是照顧好自己,照顧他人。

我已經對打敗我們的創新應用程序,程序,設備和技術表現出了健康的懷疑態度。我知道這個地區,我不知道說什麼。有許多煙草商和永恆的青年的承諾,但結果和科學證據很少。

所以我的願景很簡單。我敢打賭,小水電的變革能力,誰知道呢,也許這水將最終移動工廠。



The best innovation in Health


For years I have reflected on what aspects of public health care could be improved. The list was immense. I refocused the issue and focused on what concerns me and changed the question to what I could do as a family doctor to offer a better service.

The first thing I saw as a priority was to get out of the office. My organisation forces me to spend many hours in it due to the overload of care, but this ends up damaging home care for my most fragile patients and the whole dimension of community health that is usually neglected. It also generates professional isolation and loss of connections with both the Primary Care team and the rest of the professionals in the system. To generate professional connections, to improve communication with them as well as in the community where I develop my work is therefore a line of action to promote for many years now.

The second thing I wanted to improve was health education for both the people who go to the health service and the general population. I have used the traditional media to do this by agreeing to participate in television, radio and print media programmes. Also from the social networks where I share health content from both my blog and my video channel. Writing a book has been another step in this direction that, according to the good reviews of colleagues and patients, has more than justified my effort. And of course to give talks or conferences in schools, conferences, congresses or other forums where I have been required.

The third thing to review concerns my personal and professional maintenance. Given the very high rates of overload and professional burn out in the world of health, it is essential to have a daily tune-up to superimpose on the work of study and continuous training. Many health professionals are burned by a system that overloads and does not allow care under humanized conditions. The industrial structure forces to attend patients in much shorter times than any veterinarian uses. A burned-out doctor will offer poor quality care. That is why it is essential to evaluate on a daily basis how the consultation begins and ends.


I can therefore say that the best innovation is to do things as best as possible with the means at one's disposal. Dare to make small changes, improve communication and connections. Be aware of what others are doing to be inspired or to incorporate issues that add value. And above all, to take care of oneself in order to take care of others.

With regard to the applications, programs, devices and technologies that defeat us as innovative, I manifest a healthy scepticism. I know the area well and I know that there is much ado about nothing. There are plenty of smoke sellers and promises of eternal youth but results and scientific evidence are scarce.

My vision is therefore simple. I'm betting on the transforming power of the small and, who knows, maybe this water will end up moving the mill.





Durante años he reflexionado sobre qué aspectos de la asistencia sanitaria pública serían mejorables. La lista era inmensa. Reenfoqué el tema y me centré en lo que a mi me atañe y cambié la pregunta a qué podría hacer yo como médico de familia para ofrecer un mejor servicio.

Lo primero que vi como prioritario fue salir de la consulta. Mi organización me obliga a pasar muchas horas en ella dada la sobrecarga asistencial pero esto termina dañando la asistencia a domicilio a mis pacientes más frágiles y toda la dimensión de salud comunitaria que habitualmente es desatendida. También genera aislamiento profesional y pérdida de conexiones tanto con el equipo de Atención Primaria como con el resto de profesionales del sistema. Generar conexiones profesionales, mejorar la comunicación con los mismos así como en la comunidad donde desarrollo mi labor es pues una línea de acción a potenciar desde hace ya muchos años.

Lo segundo que quise mejorar fue la educación en salud tanto a las personas que acuden al servicio sanitario como a la población general. Para esto me he valido de los medios de comunicación tradicionales aceptando participar en programas de televisión, radio y prensa escrita. También de las redes sociales en las que comparto contenido en salud tanto de mi blog como de mi canal de vídeos. Escribir un libro ha sido otro paso en este sentido que a tenor de las buenas críticas de compañeros y pacientes me han justificado con creces el esfuerzo. Y por supuesto dar charlas o conferencias en colegios, jornadas, congresos u otros foros donde se me ha requerido.

Lo tercero a reseñar tiene que ver con mi mantenimiento personal y profesional. Dadas las altísimas tasas de sobrecarga y burn out profesional en el mundo de la salud es fundamental un afinamiento diario a superponer a la labor de estudio y formación continuada. Son muchos los profesionales de la salud quemados por un sistema que sobrecarga y no permite una asistencia en condiciones humanizadas. La estructura industrial obliga a atender pacientes en tiempos mucho menores que lo que usa cualquier veterinario. Un médico quemado ofrecerá una pobre calidad de asistencia. Por eso es básico evaluar a a diario cómo empieza uno la consulta y cómo la acaba.


Puedo decir por tanto que la mejor innovación es hacer las cosas lo mejor posible con los medios que cada cual tenga. Atreverse a hacer pequeños cambios, mejorar la comunicación y las conexiones. Estar al tanto de lo que otros hacen para inspirarse o incorporar cuestiones que aporten valor. Y sobre todo cuidarse mucho para poder cuidar a los demás.

Con respecto a las aplicaciones, programas, aparatos y tecnologías que nos vencen como innovadoras manifiesto un saludable escepticismo. Conozco bien el ámbito y sé que hay mucho ruido y pocas nueces. Abundan los cantamañanas y las promesas de eterna juventud pero escasean los resultados y la evidencia científica.

Mi visión es pues sencilla. Apuesto por la fuerza transformadora de lo pequeño y, quién sabe, tal vez este agua sí termine moviendo el molino.




viernes, 15 de junio de 2018

La fuente de la vida. The source of life




The source of life.


Many traditions have narratives about the source of life including parallel stories of eternal youth, the holy grail and other searches. In them we find the human being's yearning to live and transcend the limitation of death. This imperious desire has generated cosmologies, mythologies and religions, built pyramids, ziggurats and temples. In short: it has driven human beings to seek meaning.

In each epoch, this search has been carried out in different ways. Scouts were sent to the ends of the world, eyes were focused on the starry night, efforts were made to study and meditate or spaces and buildings were built. Today, science and technology seem to be searching for meaning and many find life or youth in cosmetic surgery or vain pleasures, as has always been the case. We also find sellers of meaning in sects or new age products that offer old pearls of wisdom conveniently made up. Nothing new under the sun.

However, the common people seem to have forgotten the access to the sources of life that although they continue to flow, they do so with a slight rumour that the din of everyday life completely erases. Modern societies seem to turn their backs on the religions and mystics who knew these narrow paths. Faith dogmas, hierarchies, structures of other times and rigid morals have driven many away. The misfortune is that treasures have also been left behind and it took a great deal of effort to find them, including everything related to the source of life.

Access to the holy has been protected by religions by relegating it to the inaccessible, covering it with veils that only the corresponding guardians controlled. Those who discovered and announced the way to reach the source were often executed, burned or crucified. And so we have been for centuries. What characterizes our time today is the coexistence of a free market that seeks to commodify everything that can be turned into a good or service with the involution of traditional religions stripped of the credibility and strength they had in the past. On the one hand we have all kinds of spiritual products for sale and on the other hand the writings and testimonies of these ancient traditions. It is therefore possible to learn from the efforts made by others to open up routes that connect us to life and give us meaning.

The challenge remains the same as thousands of years ago. To realize that the sources of life cannot be too far away from the beings who enjoy that state and that that life we experience unites us with those who also enjoy it, enjoyed it or will enjoy it.

When we manage to relate to that part of ourselves that we call the source of life, it is easier to find meaning and balance in the circumstances that touch us. When we fail to do so, we are exposed to overload and hopelessness and consequently to end up buying substitutes that do not satisfy our thirst for meaning and transcendence.

It is in vital crises, diseases and losses that the importance of access to a source of life becomes most evident. Without this possibility, the remedies, care and pills will not produce sufficient relief no matter how large the diagnostic and treatment coils are.

Health professionals often don't have time to stop and ask questions about issues so seemingly far removed from the physical and bodily problems that keep them busy. The existential sphere of the person is overlooked as if it did not exist or was a business far removed from its competence. Maybe it's a mistake. Just as it is not possible to separate the physical from the psychological, neither will it be possible to separate the social and existential. But just as there are psychologists and social workers to deal with the corresponding problems, who will deal with spiritual and existential issues when they have a strong impact on the person's reality and health?

The thirst for meaning and hope impels us as a society and as individuals to seek the water that quenches it. However, it is not precisely the most economically developed countries that are best able to meet this need. Rather, they distract it by providing infinite content, goods and services that temporarily quench that thirst.

The one who dares to walk in his garden ends up knowing it and sooner or later he will find the fountain. Whoever drinks from it once will not be able to stop because its water really quenches the thirst for life. The day will come when this act will seem to us to be daily and elementary. The survival of the species may depend on generalizing this source of meaning.





Muchas tradiciones nos hablan de la fuente de la vida incluyendo narraciones paralelas como la de la eterna juventud, el santo grial y otras búsquedas. En ellas encontramos el anhelo del ser humano por vivir y trascender la limitación de la muerte. Ese deseo imperioso ha generado cosmologías, mitologías y religiones, construido pirámides, zigurats y templos. En pocas palabras: ha impulsado a los seres humanos a buscar un sentido. 

En cada época esa búsqueda se ha concretado de diferentes maneras. Se enviaban exploradores a los confines del mundo, se concentraban las miradas en la noche estrellada, se dedicaban esfuerzos al estudio y la meditación o se construían espacios y edificios. Hoy parece buscarse sentido en la ciencia y la tecnología y muchos encuentran vida o juventud en la cirugía estética o los placeres vanos como por otra parte se ha hecho siempre. También encontramos vendedores de sentido en sectas o productos de la nueva era que ofrecen viejas perlas de sabiduría convenientemente maquilladas. Nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo la gente común parece haber olvidado el acceso a las fuentes de vida que si bien siguen manando lo hacen con un leve rumor que el estruendo de cotidianidad borra por completo. Las sociedades modernas parecen dar la espalda a las religiones y a los místicos que conocían esos angostos caminos. Los dogmas de fe, jerarquías, estructuras de otros tiempos y morales rígidas han alejado a muchos. La desgracia es que también se han dejado atrás tesoros que costó gran esfuerzo encontrar, entre ellos todo lo referente a la fuente de vida.

El acceso a lo santo ha sido protegido por las religiones relegándolo a lo inaccesible, cubriéndolo con velos que solo los guardianes correspondientes controlaban. A los que descubrían y anunciaban la forma de llegar a la fuente los solían ajusticiar, quemar o crucificar. Y así hemos estado durante siglos. Hoy lo que caracteriza nuestra época es la coexistencia de un libre mercado que trata de mercantilizar todo lo susceptible de ser convertido en bien o servicio con la involución de las religiones tradicionales despojadas de la credibilidad y fuerza que tuvieron en el pasado. Por un lado tenemos pues todo tipo de productos espirituales a la venta y por otro los escritos y testimonios de esas antiguas tradiciones. Es posible por tanto aprender del esfuerzo que otros hicieron por nosotros para abrir rutas que nos conecten con la vida y nos aporten sentido. 

El reto sigue siendo el mismo que hace miles de años. Darnos cuenta de que las fuentes de vida no pueden estar muy alejadas de los seres que gozan de ese estado y que esa vida que experimentamos nos hermana con aquellos que también la disfrutan, la disfrutaron o habrán de disfrutarla.

Cuando conseguimos relacionarnos con esa parte de nosotros que denominamos fuente de vida es más sencillo hallar sentido y equilibrio frente a las circunstancias que nos toquen. Cuando no lo conseguimos estamos expuestos a la sobrecarga y la desesperanza y en consecuencia a terminar comprando sucedáneos que no nos sacien la sed de sentido y transcendencia.

Es en las crisis vitales, las enfermedades y las pérdidas donde más evidente se hace la importancia de acceder a una fuente de vida. Sin esa posibilidad los remedios, cuidados y pastillas no producirán el suficiente alivio por grandes que sean las espirales de diagnóstico y tratamiento que se generen.

Los profesionales de la salud no suelen tener tiempo para detenerse a preguntar sobre cuestiones tan aparentemente alejadas de los problemas físicos y corporales que suelen mantenerles ocupados. La esfera existencial de la persona se pasa por alto como si no existiera o fuera un negociado alejado por entero de su competencia. Tal vez sea un error. Igual que no es posible separar lo físico de lo psicológico tampoco lo será con lo social y existencial. Pero así como existen psicólogos y trabajadores sociales para atender los correspondientes problemas, ¿quién se ocupará de las cuestiones espirituales y existenciales cuando estas afecten vivamente la realidad y la salud de la persona?

La sed de sentido y esperanza nos impele como sociedad y como individuos a buscar el agua que la sacie. Sin embargo no son precisamente los países más desarrollados económicamente los que consiguen calmar mejor esta necesidad. Más bien la distraen proveyendo de contenido, bienes y servicios infinitos que calman esa sed temporalmente. 

El que se atreve a caminar por su jardín termina conociéndolo y más tarde o más temprano encontrará la fuente. Quien bebe de ella una vez no podrá dejar de hacerlo porque su agua calma de verdad la sed de vida. Llegará un día en que este acto nos parezca cotidiano y elemental. La supervivencia de la especie tal vez dependa de generalizar esa fuente de sentido.








jueves, 7 de junio de 2018

El espejismo de las redes sociales virtuales




Sacar el teléfono del bolsillo y mandar un mensaje que en potencia podría llegar a miles de personas nos hace sentir bien. Lo mismo ocurre al recibir muestras de reconocimiento en forma de notificaciones, corazoncitos, "me gusta", fotos o demás contenido. Es un engaño bien traído. Salvo excepciones cada cual recibe proporcionalmente a lo que da. Habitualmente menos.

Los que ganan verdadero reconocimiento son muy pocos, menos del uno por ciento de la gran pirámide social. Y no son precisamente los mejores investigadores, ingenieros, artistas o profesionales, son youtubers, jugadores de juegos virtuales, cantantes o cantamañanas de distinta procedencia. 

Algunos creímos que Internet y los nuevos medios iban a horizontalizar la comunicación social pero no ha sido como esperábamos. Es verdad que nuestras listas de contactos virtuales superan por mucho a los reales pero lo que se da y recibe de ellos no deja de ser un juego de sombras que cada vez nos roba más tiempo y energía.

En las sociedades urbanas desarrolladas se está implantando rapidísimamente esta nueva forma de socializar. Miramos más nuestras pantallas que a los que tenemos alrededor en nuestros desplazamientos, lugares de trabajo y cada vez más mientras comemos. Es frecuente ver grupos de chavales por la calle sentados en la acera cada cual con su teléfono en la mano o a parejas cenando en restaurantes que en lugar de dar conversación a su acompañante atienden sus móviles con caras aburridas. 

Y esto solo es el principio. En poco tiempo se generarán ambientes de realidad virtual inmersiva que serán mucho más atrayentes y adictivos para socializar que el tedioso mundo real. También surgirán asistentes sociales personales que nos pondrán en contacto con perfiles predeterminados de cualquier lugar del mundo al nivel de interacción que se desee.

Dentro de las consecuencias de estos enormes cambios están la dispersión y el despiste por un lado y la pérdida de referentes y relaciones importantes por otro. Se generará entretenimiento pero también mucha soledad y empobrecimiento social dado que el aumento de redes virtuales se llevará a cabo disminuyendo los tiempos y atención que dedicamos a las reales.

Esta faceta de empobrecimiento y enfermedad social no es mostrada por nadie cuando se presentan los teléfonos, aparatos y aplicaciones recién diseñadas al igual que no se habla del dolor de espalda y la debilitación osteomuscular que produce el sedentarismo derivado, entre otras cosas, de la potente industria automovilística. 

Vamos a mundos en los que se caminará menos y permaneceremos más tiempo sentados. Mundos en los que cada vez pasaremos más tiempo  en clave virtual usando máquinas a las que descuidadamente cederemos nuestra memoria, datos personales, gustos, localización y deseos. Máquinas que con semejante información no tendrán mayor dificultad de hacer con nosotros lo que quieran.

jueves, 31 de mayo de 2018

La decadencia de los grandes templos









Europa dispone de una enorme herencia cultural que queda de manifiesto en las obras de arte y en la arquitectura que la engalana. Dentro de ella destacan las grandes iglesias que desde la edad media a nuestros días se han ido levantando según las diferentes corrientes estéticas de cada tiempo. Enormes edificios diseñados para facilitar el encuentro del pueblo con una trascendencia para la que no se escatimaban medios. Las músicas más refinadas, la pintura más delicada, la escultura de mayor calidad, las vidrieras, trabajos de forja, ebanisteria y demás artes y oficios se ofrecían a quienes entraban en un lugar considerado sacro por albergar la presencia de lo innombrable.

Hoy se están perdiendo esos usos y costumbres. Se sustituye el uso sagrado del lugar por el turístico, la oración por las fotos, la liturgia por las colas y aglomeraciones de visitantes que lo miran todo sin saber bien qué significa lo que ven. Es la sociedad del espectáculo que gusta del oropel, el lujo y el ornato pero no entiende el valor del silencio, la mística o la invisibilidad de lo que los sentidos no llegan a mostrar.

En lugar de peregrinaciones la gente se mueve empujada por marchantes y tour operadores que organizan viajes intensivos en los que es necesario visitar incontables atracciones al modo de las abejas que van de flor en flor. No hace falta profundizar, basta con disparar fotos que luego acabarán olvidadas en algún servidor lejano de Internet.

Este fenómeno de superficialidad extrema se extiende a otros muchos ámbitos como el sanitario que es de alguna forma uno de los sustitutos de la religión tradicional. Sus grandes hospitales, sus profesionales con ropas y lenguajes arcanos, remedan los cultos antiguos ahora travestidos en su adoración a la Salud, el Bienestar y la Belleza. De este modo el uso del hospital o el centro de salud cada vez se banaliza más. Basta con tener un resfriado o un grano sospechoso para acudir a sus servicios de urgencia donde saldremos con las respectivas pruebas diagnósticas, nuestro informe y nuestro tratamiento que con gran frecuencia incluirá antibióticos o ansiolíticos que probablemente estén de más. La relación cuasi-turística o superficial que cada vez está mas normalizada entre ciudadanía y sistemas sanitarios está vaciando de sentido a estos últimos como pasó con los templos de los que antes hablábamos. La gente quiere soluciones  rápidas y fáciles a sus malestares y sensaciones físicas desagradables, queremos cantidad en lugar de calidad, menores precios en vez de servicios con valor que nos exijan algún pago o esfuerzo.

Cuando acudo a alguna vieja catedral trato de hacer un poco de silencio interior. No es fácil entre tanto visitante moviéndose deprisa cámara en mano. Gusto de encender una vela acordándome de aquellos que ya dejaron esta luz y pido que los que aún estamos vivos podamos ver y entender lo que tenemos delante. Estamos perdiendo el sentido de las cosas importantes, la trascendencia se convierte en producto y distracción, la salud también. Como médico me cuesta asumir estos cambios pero he de admitir que son imparables. No sé si terminaremos viendo autobuses de japoneses visitando los grandes hospitales públicos o a ciudadanos haciéndose selfies con sus sanitarios, pero sí que el anterior orden de cosas tiene los días contados.








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