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jueves, 31 de mayo de 2018

La decadencia de los grandes templos









Europa dispone de una enorme herencia cultural que queda de manifiesto en las obras de arte y en la arquitectura que la engalana. Dentro de ella destacan las grandes iglesias que desde la edad media a nuestros días se han ido levantando según las diferentes corrientes estéticas de cada tiempo. Enormes edificios diseñados para facilitar el encuentro del pueblo con una trascendencia para la que no se escatimaban medios. Las músicas más refinadas, la pintura más delicada, la escultura de mayor calidad, las vidrieras, trabajos de forja, ebanisteria y demás artes y oficios se ofrecían a quienes entraban en un lugar considerado sacro por albergar la presencia de lo innombrable.

Hoy se están perdiendo esos usos y costumbres. Se sustituye el uso sagrado del lugar por el turístico, la oración por las fotos, la liturgia por las colas y aglomeraciones de visitantes que lo miran todo sin saber bien qué significa lo que ven. Es la sociedad del espectáculo que gusta del oropel, el lujo y el ornato pero no entiende el valor del silencio, la mística o la invisibilidad de lo que los sentidos no llegan a mostrar.

En lugar de peregrinaciones la gente se mueve empujada por marchantes y tour operadores que organizan viajes intensivos en los que es necesario visitar incontables atracciones al modo de las abejas que van de flor en flor. No hace falta profundizar, basta con disparar fotos que luego acabarán olvidadas en algún servidor lejano de Internet.

Este fenómeno de superficialidad extrema se extiende a otros muchos ámbitos como el sanitario que es de alguna forma uno de los sustitutos de la religión tradicional. Sus grandes hospitales, sus profesionales con ropas y lenguajes arcanos, remedan los cultos antiguos ahora travestidos en su adoración a la Salud, el Bienestar y la Belleza. De este modo el uso del hospital o el centro de salud cada vez se banaliza más. Basta con tener un resfriado o un grano sospechoso para acudir a sus servicios de urgencia donde saldremos con las respectivas pruebas diagnósticas, nuestro informe y nuestro tratamiento que con gran frecuencia incluirá antibióticos o ansiolíticos que probablemente estén de más. La relación cuasi-turística o superficial que cada vez está mas normalizada entre ciudadanía y sistemas sanitarios está vaciando de sentido a estos últimos como pasó con los templos de los que antes hablábamos. La gente quiere soluciones  rápidas y fáciles a sus malestares y sensaciones físicas desagradables, queremos cantidad en lugar de calidad, menores precios en vez de servicios con valor que nos exijan algún pago o esfuerzo.

Cuando acudo a alguna vieja catedral trato de hacer un poco de silencio interior. No es fácil entre tanto visitante moviéndose deprisa cámara en mano. Gusto de encender una vela acordándome de aquellos que ya dejaron esta luz y pido que los que aún estamos vivos podamos ver y entender lo que tenemos delante. Estamos perdiendo el sentido de las cosas importantes, la trascendencia se convierte en producto y distracción, la salud también. Como médico me cuesta asumir estos cambios pero he de admitir que son imparables. No sé si terminaremos viendo autobuses de japoneses visitando los grandes hospitales públicos o a ciudadanos haciéndose selfies con sus sanitarios, pero sí que el anterior orden de cosas tiene los días contados.








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lunes, 28 de mayo de 2018

Cuidar con sentido





Cuando la doctora Ángela López del hospital San Juan de Dios del Aljarafe me propuso hace unos meses participar con su equipo en una jornada sobre el cuidado con sentido no pude negarme. La iniciativa ponía el dedo en una de las llagas más delicadas del momento, la pérdida de sentido generalizada y global que también afecta al mundo de la salud.

En las últimas décadas las fuerzas del mercado y otras variables socioeconómicas han empujado con fuerza para convertir el valor de la salud en un producto mercantil. De este modo se crean productos y servicios consumibles basados en una deseo creciente de más y mejor salud. Este mercado tiene una alta rentabilidad, mueve ingentes cantidades de dinero y genera un interesante porcentaje de actividad económica. El problema es que estamos perdiendo el sentido de cuidar, tanto los gestores como los profesionales de la salud y los propios pacientes y familiares.

En la jornada que tuvo lugar el pasado 25 de abril participaron intelectuales de la talla de Francisco Alarcos y Francesc Torralba que enmarcaron el tema haciendo referencias a la historia de la medicina y a los retos que afronta una sociedad que centra la salud en el cuerpo olvidando el alma. La ciencia lleva tiempo produciendo grandes avances en el mundo sanitario centrada como está en lo mensurable pero ¿qué consecuencias tiene dejar atrás la dimensión existencial del ser humano, esa que no puede ser medida?

José Luis Bimbela ofreció su punto de vista de experto en comunicación. Es necesario mejorar la forma en que los profesionales sanitarios comunican para poder llegar a entender y acompañar debidamente el sufrimiento y la dificultad. Por mi parte añadí que parece necesario evolucionar el concepto bio-psico-social de las ciencias de la salud a una tétrada que incluya la dimensión existencial que tiene en cuenta los valores, prioridades, creencias, deseos y sentido de la persona en tiempo de enfermar. Si no somos capaces de mirar al ser humano en su totalidad será normal que con frecuencia los pacientes se sientan "no vistos" y se quejen de que sus profesionales de la salud "ni les miran".

La directora de enfermería Mercedes Vacas nos ilustró con abordajes hospitalarios de esta dimensión que se valen de musicoterapia, arteterapia, voluntariado y otras muchas opciones en las que los hospitales de San Juan de Dios son pioneros.

Queda mucho por hacer. El primer paso es reflexionar y tratar de entender qué se puede hacer para conseguir una asistencia sanitaria más humanizada, más integral y más completa. El reto es grande, es verdad que se requiere tiempo para poder ampliar una anamnesis apropiada pero también lo es que hace falta conciencia y voluntad para hacerlo.

Agradezco al comité organizador de las jornadas y a la dirección que las hizo posibles su sensibilidad y su esfuerzo para que los profesionales de la salud reencontremos el sentido del cuidado y podamos ayudar mejor al que padece.




viernes, 25 de mayo de 2018

El cansino llanto sanitario no mueve molino







Desde que tengo uso de razón he escuchado el llanto de los profesionales sanitarios de este país en sus diferentes estilos y manifestaciones. Se quejan desde un punto geográfico al opuesto, tanto en grandes hospitales como en pequeños consultorios, protestan los más jóvenes pero también los mayores... Y entre queja y queja no dejamos de darnos pullas y codazos unos a otros.

Las pocas veces que se ha conseguido algo ha sido al  unir al personal, un ejemplo claro fueron las mareas blancas de Madrid que consiguieron frenar un enorme plan privatizador. El hecho es que las cosas van a peor con una financiación menguante, una gestión que prioriza intereses políticos y no generales y unos profesionales cada día más quemados.

Hace mucho tiempo me di cuenta de que un servidor no podría jamás vislumbrar cómo arreglar el sistema sanitario. También vi claramente que el barco se hunde irremisiblemente con el beneplácito de todos, orquesta a la que pertenezco incluida.

Por eso concentro mi energía en tratar de pasar consulta con dignidad en un pequeño pueblo. Hacer las cosas lo mejor posible. Seguir estudiando, leyendo y formándome para que mis pacientes tengan delante un médico capaz. Tratar de mejorar la escucha y las habilidades de comunicación. Mantener las ganas de ofrecer el mejor servicio posible con los medios que tengo.

A veces me seguiré quejando, discúlpenme por ello, intentaré no dar en exceso la brasa. La sanidad pública es una construcción social y será la sociedad quien la defienda o permitirá que se hunda y los políticos y responsables de alta gestión los que detentarán la responsabilidad de permitirlo. Desde esta humilde atalaya verán que hacemos todo lo posible por azuzar la reflexión y la toma de conciencia, tal vez no sea suficiente pero no me da para más.



lunes, 21 de mayo de 2018

Contagiar optimismo. Spread optimism. 傳播樂觀.



傳播樂觀。



詹姆斯羅德斯是一位當代作曲家,我認為這是一位勇敢的人,原因有三。第一個是敢於成為鋼琴家,第二個是有尊嚴的傳記充滿困難,第三個是能夠分享。

在過去的幾個月中,我收到了這位音樂家的一些禮物,因為他通過他的書來找我。我已經能夠觀看一些視頻並聽他的音樂,我發現他目前住在馬德里,前幾天我在ElPaís報上的一篇精彩的文章中讀到他的話。在這篇專欄文章中,他提出了捍衛西班牙生活方式的懇求。

我仍然覺得有人必須從外面來捍衛我們自己譴責或不承認的地方價值。在這些壞消息時代,醜聞和腐敗對社會共存有些壞處,似乎有必要尋找改變我們願景的因素。樂觀情緒會很好。這就是為什麼我今天要把羅德斯帶上來,因為他的榜樣可能會幫助很多人。正如使用神奇的話語要禮貌地付出很少的代價並且感謝你,如果我們能夠認識到生活提供的好東西並且將它們表達出來,我們將會受益匪淺。

作為一名醫生,我建議你保持樂觀,比壞消息和醜陋問題的反面更重要。敢於關閉電視新聞,並且更加意識到我們周圍的美好事物。讓我們能夠感謝有人擺在我們面前的這道菜或服務員,店員或為我們提供服務的專業人員提供的小服務。讓我們認識到夜空中有云或星星的奇蹟。

所以我鼓勵你尋找一位樂觀的,或至少是音樂家或詩人。如果那個樂觀主義者是你,那就更好。



自動翻譯,對錯誤抱歉。





SPREAD OPTIMISM.



James Rhodes is a contemporary composer who I consider a brave man for three reasons. The first for daring to be a pianist, the second for carrying with dignity a biography full of difficulties and the third for being able to share it.

In the last months I have received several gifts from this musician since he came to me through his book. I have been able to watch some videos and listen to his music, I found out that he currently lives in Madrid and a few days ago I read his words in the newspaper El País in a marvellous article. In it he makes a plea in defence of the Spanish way of life, in a column that distills optimism.

It still strikes me that someone has to come from outside to defend the local values that we ourselves denounce or do not recognize. In these times of bad news, scandals and corruption that are somehow gangrenous to social coexistence, it seems necessary to look for elements that change our vision. An epidemic of optimism would be nice. That's why I'm bringing Rhodes up today because his example may help many. Just as it costs very little to be polite using the magical words please and thank you, we would benefit greatly if we were able to recognize the good things that life provides and verbalize them.

As a doctor, I recommend you to be optimistic, it is more important than doing the opposite with bad news and ugly problems. Dare to turn off the TV news a little and become more aware of the little good things that surround us. Let's be able to be grateful for the dish someone put in front of us or the small service that the waiter, the clerk or the professional who serve us provides. Let us realize the wonder of having clouds in the sky or stars in the night.

So I encourage you to look for a referring optimistic, or at least a musician or a poet. And if that optimist is you, so much the better.






James Rhodes es un compositor contemporáneo al que considero un valiente por tres razones. La primera por atreverse a ser pianista, la segunda por llevar con dignidad una biografía plagada de dificultades y la tercera por ser capaz de compartirlo.

En los últimos años he recibido de este músico varios regalos desde que llegó a mí por medio de su libro. He podido ver algún vídeo y escuchar su música, me enteré que actualmente vive en Madrid y hace unos días pude leer un artículo suyo en el periódico el País que no tiene desperdicio. En el mismo hace un alegato en defensa del modo de vida español, en una columna que destila optimismo.

Me sigue llamando la atención el que tenga que venir alguien de fuera a defender los valores locales que nosotros mismos denostamos o no reconocemos. En estos tiempos de malas noticias, escándalos y corrupciones que de alguna manera están gangrenando la convivencia social parece que es necesario buscar elementos que nos cambien la visión. Una epidemia de optimismo estaría bien. Por eso traigo hoy a colación a Rhodes dado que su ejemplo quizá pueda ayudar a muchos. Del mismo modo que cuesta muy poco ser educado y pedir las cosas por favor o dar las gracias, aprovecharíamos mucho si fuéramos capaces de reconocer las cosas buenas que la vida nos provee y lo verbalizaramos.

Como médico les recomiendo contagiarse de optimismo, trae más cuenta que hacer lo propio con malos rollos y noticias nefastas. Atrévanse a apagar un poco el telediario y a tomar más conciencia de esas pequeñas cosas buenas que nos rodean. Seamos capaces de agradecer el plato que nos ponen por delante o el pequeño servicio que el camarero, el dependiente o el profesional que nos atiende nos provee. Démonos cuenta de la maravilla de tener nubes en el cielo o estrellas en la noche.

Por eso les animo a que se busquen a algún optimista de cabecera, o por lo menos a algún músico o algún poeta. Y si ese optimista es usted, muchísimo mejor.





viernes, 18 de mayo de 2018

¿Cuándo es suficiente salud?






Trabajar con pacientes a diario me permite tomar el pulso a una sociedad que parece no estar nunca satisfecha con su nivel de salud. Un gran número de las consultas que acuden a mi consulta se resolverán con autocuidados y en un breve periodo de tiempo. El problema surge cuando la persona quiere soluciones inmediatas. Por mucho que queramos aun no es posible reducir el tiempo de un catarro o de una tos irritativa pese a que estemos rodeados de productos comerciales que lo anuncien a los cuatro vientos omitiendo la evidencia de que su eficacia es cuestionable. 

Comparto la siguiente reflexión que se ha editado en mi columna del Huffpost.







Haber equiparado salud a bienestar nos ha metido en un callejón sin salida. No basta con tener agua corriente en el grifo, alimentos abundantes en la nevera o vacunas y fármacos que nos protegen de un sin fin de problemas. Pareciera que una antigua maldición hace surgir nuevas dificultades según se van resolviendo las anteriores.


¿Alguien conoce a alguna persona que no tenga problemas de salud? Cada vez es más difícil, sobretodo en una época en la que basta un catarro o una indisposición intestinal para que salten todas las alarmas, pidamos cita urgente en el médico y experimentemos una completa alteración de nuestros hábitos y rutinas.  Quien no tienen un dolor tiene un agobio, quien no tiene sobrepeso tiene problemas de sueño... Basta con rascar un poco y cualquiera te contará su lista de miserias.

Nadie nos explica que la vida lleva inevitablemente aparejadas pequeñas molestias que no requieren asistencia sanitaria alguna y se resolverán con algo de tiempo y cuidados sencillos. Al disponer de servicios de salud muy accesibles terminamos sobreusándolos y con ello nos acostumbramos a que para cualquier cuestión menor lo normal sea hacer una visita al centro de salud o al servicio de urgencias de turno.

Esto condiciona que los padres sobreacudan a las consultas por cualquier mínima cuestión que presenten sus hijos, los más mayores acudan incontáblemente por lo mismo y los jóvenes consulten por cualquier síntoma que noten. Estamos perdiendo la habilidad de cuidarnos a nosotros y a nuestros seres queridos y eso está haciendo entre otras cosas que seamos una de las sociedades que más fármacos consume o que más visitas al médico hacen.

La cuestión además de ser económicamente insostenible es socialmente inadmisibible. Delegar algo tan importante como la autonomía en el autocuidado a servicios externos nos inmunosuprime socialmente. Y el mazazo vendrá cuando aparezcan elementos que limiten la accesibilidad a estos servicios. Cuando uno se acostumbra a un grado de consumo es duro ir a menos.

Por eso invito a reflexionar sobre cómo manejamos y asumimos las dificultades de la vida ordinaria y las pequeñas cuestiones que afectan la salud. Sin una toma de conciencia personal de esta situación será imposible mejorar la gestión de estos problemas, mucho menos de las crisis vitales que inevitablemente vendrán. El papel educativo que deberían tener los profesionales de la salud está muy limitado por el poco tiempo disponible por paciente. Llevamos años sin hacerlo de forma suficiente. Por eso hace falta que sea la propia sociedad la que se dé cuenta y actúe en consecuencia. Hay mucho más en juego de lo que imaginamos.


Vídeo vía Javier Galeano

miércoles, 16 de mayo de 2018

Yo quiero ser José Luis Bimbela




En el ámbito de las ciencias de la salud tenemos claro que la comunicación es un elemento fundamental. Sin embargo los modelos educativos imperantes no la dotan de la importancia que merece. De este modo es habitual encontrar profesionales de la salud excelentemente formados que paradójicamente muestran claras deficiencias en habilidades comunicativas con sus compañeros y pacientes.

Hace años tuve la suerte de conocer a José Luis Bimbela, psicólogo y profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública, desde entonces he podido aprender y colaborar con él en diferentes proyectos, el último hace unos días en Sevilla. Hacen falta personas como él que aúnan una gran capacidad de comunicación con una formación privilegiada y una dimensión humana cultivada.

La formación continuada en habilidades de comunicación es fundamental para todo profesional de la salud. Para esto se requiere teoría y práctica. Y si me permiten añadir algo más propondría referentes o personas que nos inspiren.




jueves, 10 de mayo de 2018

Selección natural de organizaciones sanitarias






La teoría de la selección natural ayuda a entender la evolución de los seres vivos pero también tiene interesantes aplicaciones en sociología y diseño de organizaciones. Las estructuras sociales que cuidan a sus miembros, producen valor y minimizan efectos indeseables (contaminación, explotación laboral, injusticia) medran y las que no lo hacen terminan colapsando.

Los sistemas sanitarios contemporáneos tienen un diseño industrial dado que tratan a los profesionales de la salud como a operarios y a los pacientes como producto a lo largo de enormes cadenas de servicios de diagnóstico y tratamiento. Es un enfoque que produjo ventajas de gestión en su tiempo pero que la complejidad social actual ha dejado obsoleto. Los recursos humanos hiperespecializados han de ser cuidados mejor para que no se malogren o escapen a otras organizaciones y los pacientes también para conseguir mejores resultados en salud y reducir el sobrediagnóstico y sobretratamiento imperante.

¿Es posible una asistencia sanitaria humanizada si los profesionales trabajan en condiciones deshumanizadas?

La sobrecarga asistencial, los entornos laborales hostiles (ruido, interrupciones, tensión laboral, ausencia de descansos...) y las condiciones laborales precarias (contratos basura, poca estabilidad, plantillas mal dimensionadas...) maltratan a los trabajadores que se suponen han de cuidar la salud de otros.

El aumento de complejidad en poblaciones envejecidas con pluripatología cuyos miembros más jóvenes y sanos cada vez se sienten más enfermos y dependen más de los sistemas sanitarios están produciendo una tormenta perfecta para los profesionales de la salud que ven como cada día sus condiciones laborales empeoran y se les exige más por todas partes.


No es casualidad que la medicina haya sido una profesión liberal durante siglos. Industrializarla tiene ventajas y desventajas pero dado el panorama actual conviene revisar las segundas no sea que terminemos malogrando un servicio que no será fácil de sustituir por robots y protocolos automatizados.