Foto de Xabier.M
Si pudiéramos mirar la
profundidad de nuestra alma como quien contempla un lejano paisaje
conseguiríamos abrir un nuevo tiempo en nuestras vidas lleno de posibilidades
increíbles. Pareciera que esto es imposible al estar nuestros sentidos
orientados y calibrados para bregar con lo exterior pero tenemos pruebas de
todo lo contrario. A nuestro alrededor abundan los ejemplos de quienes
consiguieron hacerlo. Unos levantando enormes catedrales, otros componiendo
música imprescindible, algunos escribiendo historias o agudas reflexiones,
otros dando su vida a los demás. La mayoría de ellos de forma anónima y hoy
olvidada, unos pocos firmando su obra con su nombre. En cualquier caso fueron
muchos lo que lo intentaron. Aprendiendo un oficio, cuidando sus acciones o
buscando en sus profundidades. Desde el comienzo de la historia tenemos
testimonios de personas que han salido a buscar un sentido a su vida sea en la
aventura o en el peregrinaje, en la misión o simplemente alejándose de lo
conocido para descubrir nuevas perspectivas. A Santiago de Compostela siguen
llegando miles de personas cada día. Gente que busca, que necesita salir de su
cotidianidad para conocer algo más.
Es posible mirarnos por dentro
como quien mira un paisaje, basta con querer hacerlo y modificar el ángulo de
nuestra mirada. Lo que vemos fuera remeda con precisión lo que hay dentro.
Vemos montañas en calma y también rodeadas de nieblas o tormentas, vemos
árboles verdes y también otros secos y agostados. Vemos ríos, praderas, rocallas
y secarrales, jardines y desiertos, pueblos y despoblados. Conocer que
albergamos el cielo y el infierno, lo liviano y lo denso, el oro y el plomo,
nos permite caminar más ligeros, soltar cargas y ser mejores personas. Pocos
medicamentos son superiores a este conocimiento a la hora de apaciguar el alma
y dotarla de un sentido. Los que regresan de un largo viaje o una peregrinación
lo saben. Hay muchos mundos, pero están en este. Con nosotros pasa exactamente
lo mismo.
Es cierto que a Santiago llegan miles de personas diariamente buscando algo más. Lo que es muy dudoso es que lo encuentren en Santiago o yendo a Santiago.
ResponderEliminarHoy por hoy, el camino de Santiago no resulta ser más que una distracción de esta búsqueda introspectiva que tanto miedo nos da, porque de alguna manera sabemos que dentro nuestro no hay NADA, y para nosotros ser nada es lo peor…Ser o no ser, he ahí el dilema, no ser nada o ser un espíritu sostenido en la búsqueda sin resultado alguno posible del camino de Santiago. Carpe diem, aquí y ahora.
Un saludo y el agradecimiento por tus reflexiones
Me llegan al alma la mayoría de sus reflexiones, pero no puedo evitar corregir las faltas de ortografía: roca lla, que no rocaya, en su entrada de hoy y hierbas, que no hiervas, en una entrada anterior a esta.
ResponderEliminarUn cordial saludo,
María